En el fondo sabía que su mordida no causaría ningún efecto. La razón era sencilla, la culebra sí poseía veneno; él no.
Pero cuentan que el garrobo tenía una clara inteligencia. Aceptó el reto a condición de que se hiciera creer al mordido que quien lo había atacado era la culebra. El garrobo se preparó, con un rapidísimo movimiento clavó sus dientes en el talón del hombre y velozmente se ocultó.
Según el trato, la culebra apareció y aquel infeliz quedó paralizado al verla. Palideció, sintió que su cuerpo se endurecía con el veneno que “sentía claramente” que le había inyectado.
Y la impresión fue tan real que cuentan que murió víctima de aquel veneno, que solo existió en su mente. Moraleja: nuestros pensamientos pueden hacernos sentir un veneno mortal, incluso si no existe.
¿Por qué entonces hay gente que se siente tan ofendida cuando esos “garrobos” la insultan? Porque hay que reconocer que nadie realmente debería ofendernos a menos que mentalmente le otorguemos ese derecho. Por ejemplo, pocas personas han sido más atacadas y vituperadas que Abraham Lincoln. Se le ridiculizó en caricaturas, se le hizo víctima de los más denigrantes chistes y bromas y se le insultó con los más duros epítetos.
¿Qué hizo este hombre a quien hoy reverenciamos como el abolicionista de la esclavitud? Simplemente dijo: “Si al final todo sale bien, no habrán tenido sentido quienes me detractan. Si sale mal, ni todos los ángeles del cielo que juren que tenía razón me serán de ayuda”. Él trataba de llevar adelante sus ideas y no se dejaba malear por el veneno de los demás, simplemente conseguía paz mental controlando sus pensamientos.
LO NEGATIVO: Rendirnos mentalmente a esos “garrobos humanos y su falso veneno” que andan por ahí.
LO POSITIVO: Tomar el control y no permitir que ese veneno injusto nos afecte.