19/04/2024
02:46 PM

Recuperar la dignidad

Elisa Pineda

Cuando vemos la situación de casi mendicidad en la que se encuentra el país en temas como las vacunas contra el covid, apelando a la buena voluntad y en ocasiones a la lástima, no podemos más que pensar ¿dónde ha quedado nuestra dignidad? La dignidad entendida como el respeto hacia nosotros mismos, como nación, que no debe permitir humillaciones, ni desplantes, en lugar de acciones contundentes.

La población continúa pidiendo ayuda al Presidente de El Salvador, cuya respuesta ha sido rápida, más allá de las propias motivaciones que le llevan a actuar y que merecen atención. La necesidad obliga a nuestra gente a buscar opciones, aunque no sean políticamente correctas, aunque no tengan claridad del compromiso que ello pueda significar.

“Nos encaminamos a vivir unas elecciones atípicas en nuestro país, debido a diversas circunstancias, muchas de ellas dolorosas y dramáticas”, señaló hace pocos días en un comunicado la Conferencia Episcopal de Honduras, instancia de la Iglesia Católica que establece directrices de gobierno pastoral.

El comunicado titulado “Elecciones del Bicentenario” manifiesta que “estas elecciones se dan en un contexto muy crítico, a consecuencia de una política de Estado deficiente y frustrante”.
Vamos hacia las elecciones con la dignidad débil y con la pérdida profunda del sentido de cohesión social, que junto a otros factores empuja a emigrar.

Hace pocos días, Fundación Eléutera alertaba que Honduras ingresó por primera vez en el ranking de los 25 territorios con más personas desplazadas, según datos registrados dentro del Informe Global de Desplazamiento Interno (IDMC) y el Consejo Noruego de Refugiados (NRC), señaló la fundación.

Por otra, nos recordaba que el verdadero problema de la educación en Honduras no es la pandemia, sino el estado en el que se encuentran los centros educativos. Fundación Eléutera ha señalado que el 64% de las escuelas (públicas) en Honduras son unidocentes, es decir, que un solo maestro tiene a su cargo todos los grados de forma simultánea. Sin duda hay situaciones graves que atender.

Lo atípico se ha convertido en nuestra normalidad, que muchas veces terminamos aceptando al no encontrar salidas viables ni a corto, ni a mediano plazo. La sociedad civil organizada ha elevado alertas, especialmente ante el descuido sobre asuntos vitales y la priorización de otros que parecen oscuros, como el caso de las zonas de empleo y desarrollo (Zede).

Tal es la preocupación que despiertan las Zede en muchos sectores, que el Sistema de las Naciones Unidas emitió hace pocos días un comunicado, en el que hace “un llamado respetuoso al Estado de Honduras a revisar la compatibilidad del marco constitucional y legal de las Zede con sus obligaciones internacionales de respetar y garantizar el ejercicio de los derechos humanos, incluyendo el derecho a la consulta libre, previa e informada a los pueblos indígenas y afrodescendientes y el derecho al desarrollo equitativo y sostenible”.

La respuesta de la cancillería hondureña no tardó en llegar, esgrimiendo que Honduras como Estado soberano toma decisiones “en estricto respeto de la Constitución de la República y de su marco legal interno” y en el ejercicio del derecho a la autodeterminación.

La falta de coherencia entre el discurso y la realidad percibida por la mayoría, por los sectores que señalan una y otra vez la opacidad en la toma de decisiones que no corresponderían a los intereses de la nación, parece ser cada vez más fuerte, a pocos meses de las elecciones. Es indispensable entonces que pasemos de votar a elegir, con una visión más crítica, como bien señala la Conferencia Episcopal. Es tiempo de recuperar la dignidad.