24/04/2024
10:21 PM

Democracia y responsabilidades

Juan Ramón Martínez

Las elecciones son un medio para fortalecer el Estado de derecho, reparar los daños sufridos por el sistema democrático, fortalecer la soberanía popular y afianzar la libertad. De allí que los partidos políticos y sus líderes, que buscan el poder –unos para satisfacer sus egos desmesurados y los menos, creyendo que pueden hacer algo por Honduras y su pueblo– también son medios cuya legitimidad está determinada por los resultados. De allí que concluimos que las dificultades que atravesamos no vienen de afuera totalmente –aunque hay factores desencadenantes–, sino que son fruto de la incompetencia de la élite nacional y extranjera que interviene en nuestros asuntos internos, la falta de partidos políticos democráticos, respetuosos de la ley y de políticos comprometidos con el bien común.

Pero como ellos no se eligen a sí mismos, en el caso de los líderes, ni si crean por generación espontánea en el de los partidos, la responsabilidad por lo logrado nos corresponde a todos. Aquí, por más que los populistas quieran enseñarnos otra cosa, la verdad es que, como se dice comúnmente, tenemos los líderes que nos merecemos. Los escogemos –gritados primero– y elegimos después en comicios electorales en donde realmente solo ratificamos lo que los dueños de los partidos permiten.

Es evidente que los políticos han perdido calidad en sentido inverso a la complejidad de los problemas. Carías Andino, Gálvez, Villeda Morales, Callejas y Azcona fueron superiores en el compromiso y en el ejercicio del gobierno que JOH, Lobo, Maduro, Nasralla, Zelaya y el innombrable. Tanto por discursos que explicaban sus visiones de la realidad como por sus comportamientos, en el caso de los que han sido gobernantes, como los que se han presentado como candidatos. Los gobernantes han administrado el subdesarrollo y el atraso con malos resultados. Y los políticos aspirantes, los que han fomentado el odio, favorecido la manipulación de los electores y la distracción –con juegos o con denuncias– en vez de cumplir la tarea de maestros para forjar masas críticas alrededor suyo para construir propuestas que enfrenten los problemas.

Pero si el pueblo los ha escogido mal, privilegiando a los inútiles, ha sido por defectos hereditarios del pasado y por falta de formación política que ha negado el sistema educativo, el que, en vez de comprometerse con la libertad y la democracia, ha entrado en la montonera cívica manipulando a los jóvenes para que se conviertan en instrumentos de la amargura.
Como les decía a Leonel Ayala, a quien felicité por los esfuerzos que hace en favor de la reconstrucción de los bordos para controlar las aguas del Ulúa y el Chamelecón, y a Arnaldo Bueso, que además de reconstruir lo físico hay que crear un mejor hondureño, más inteligente, con conocimiento de cuáles son sus intereses y cómo estos se vinculan al bien común.

Porque si los electores, sin la modificación de los mecanismos formativos a los que ha estado sometido, siguen votando por los inútiles que no nos dan resultados, que incluso han derrotado la esperanza, y sueñan con Bukele para que les gobierne y con Estados Unidos para que sea su patria definitiva o temporal, el país jamás saldrá adelante. Un electorado que se le engaña con canciones y con espectáculos infantiles, que se le compra con regalos –primero nacatamales y carne asada, después con un octavo de guaro y ahora con bolsas solidarias– y que vota inocentemente por políticos de escasa calidad y sin garantías que harán lo mejor por el bien común, seguirá cada día que pasa escogiendo a los peores y Honduras continuará hundiéndose en la desgracia y la dependencia.