Una sobreabundancia de recursos puede ser un problema.
En Venezuela el desarrollo de las activiudades productivas fue severamente limitado, y nunca se ha librado de estas deformaciones (independientemente del regimen). La más espectacular es la caída de la Unión Soviética que inicia su proceso de rápida disolución (coincidentemente) a partir de la caída de los precios del petróleo en 1986, el cual era su principal y dominante producto de exportación.
Sin esa riqueza ilusoria no se hubiera dedicado a una carísima carrera de superpotencia militar, llevando al estado a la ruina.
Otros casos relevantes son el de Angola y Guinea Ecuatorial. Estos estados petroleros han logrado niveles de ingreso per cápita nominal muy altos, pero no tienen un desarrollo humano superior al que tienen sus vecinos. La enorme inyección de recursos controlados por el gobierno, una oligarquía o empresas no resultan en un mayor progreso para el resto de la población.
La industria extractiva, al igual que otras bonanzas de la naturaleza, solo se convierte en motor si está acompañada de los demás incentivos que crean una espiral de desarrollo.
De existir, deben ser aprovechadas para educarnos, invertir y construir un estado de ley. De no estar presentes, no hay que lamentar su ausencia, ya que no sustituyen la receta del progreso: educación, democracia y justicia.