Si no actuamos ahora, al unísono de la investigación con vacunas y tratamientos, el panorama pospandémico será desolador para la salud mental de millones de personas.
Y actuar, obviamente, no es recetar más antidepresivos o ansiolíticos, ni construir más hospitales psiquiátricos. Ambas acciones son necesarias para atender algunas consecuencias; sin embargo, la idea es ser proactivos y evitarlas.
En respuesta a la sensación de ansiedad, según la consultora Llorente y Cuenca (LLYC), se ha producido un cambio rápido y amplio que pasa del “concepto de wellness (bienestar) centrado en el individuo, al de wellbeing (bienestar integral), una visión más holística que engloba a diferentes personas y sectores de nuestras sociedades”. ¿Qué significa esto? Una llamada a la participación de toda la sociedad en los beneficios del bienestar.
“Si las sociedades y las empresas no son capaces de centrarse holísticamente en el bienestar de las personas (lo que incluye la salud física, emocional y espiritual), será casi imposible crear redes de seguridad que permitan a los ciudadanos volver al trabajo y ser productivos”, explican desde LLYC.
Por ello, siempre he optado por los programas de bienestar en todas sus aristas: emocional, físico, social y financiero. Es lo que sucede cada noviembre en el evento “En Cuerpo y Alma”, que este año se celebrará en versión online, con un acceso más universal, más expertos y con la energía empoderadora y transformadora de siempre.
Para mantener el equilibrio en tiempos difíciles “hay que agarrar al toro por los cuernos” y ponerse en marcha, como refleja un dicho popular.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la pandemia ha perturbado o paralizado los servicios de salud mental en el 93% de los países. Y, si como dice la propia OMS, la salud mental está relacionada con la promoción del bienestar, la prevención de trastornos mentales y el tratamiento, entonces busquemos nuestras propias herramientas. Vida saludable es mucho más que curarse o protegerse de una enfermedad.