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Tarjetas de mentiras

  • 12 octubre 2020 /

Si a usted le dijeran que ese fuerte dolor de cabeza que tiene lo puede vender y librarse del mismo, segurísimo que diría que sí de inmediato, pero hay que tener cuidado porque muchas veces el dolor de cabeza se cambia por una jaqueca crónica.

Noé Vega

Si a usted le dijeran que ese fuerte dolor de cabeza que tiene lo puede vender y librarse del mismo, segurísimo que diría que sí de inmediato, pero hay que tener cuidado porque muchas veces el dolor de cabeza se cambia por una jaqueca crónica.

Es lo que le está pasando a muchos usuarios de tarjetas de crédito que seducidos por los alivios y los programas de ayuda se enredan en situaciones legales y financieras que nunca terminarán de entender.


Es que así como a todos nos gustaría vender nuestros dolores de cabeza, también a todos nos gustaría tener dos salarios cada mes. Y hay que decir para tratar de ser objetivos que muchas personas tienen experiencias positivas con el uso de las tarjetas de crédito; pero resulta que el mercado es como un gran establo, sin reglas fijas, claras ni transparentes, donde el más vivo parece ser siempre el único que saca ventaja.

Porque si bien es cierto, hay instituciones bancarias con productos que benefician al consumidor, existen también los “vendedores de ilusiones” que venden tarjetas de mentiras, pues los beneficios que ofrecen están tan condicionados por reglas que el usuario desconoce, que será más fácil ganarse la lotería que resultar beneficiado con esos productos financieros.

Es que hay cosas que se necesitan tener claras al momento de usar las tarjetas de crédito que parecen dinero, pero no lo son, como tampoco son un segundo salario; en realidad, la realidad más práctica es que son puras deudas y hay que pagarlas como la hipoteca de la casa, pero el problema es que vemos esas deudas de tarjetas de crédito como un segundo salario y no como vemos las deudas hipotecarias de la casa, que sabemos que debe estar en las prioridades de pago mensual. En la mentalidad del hondureño, esas deudas de tarjetas de crédito pueden esperar.


Hay tarjetas que le ofrecen descuentos por comprar con ellas en el supermercado, pero luego que usted hace las compras y espera el descuento, le dicen que cuente los días en que hizo las compras, que comience a contar desde las doce de la noche del día en que hubo luna llena, luego termine con el amanecer del día 15 después de la luna llena y así por el estilo, y cuando ha cumplido con los tiempos reglamentarios, entonces le dicen que solo se le aplica un 1% de descuento no el 10% que le ofrecieron porque usted tenía que hacer esos esas compras tres en el mismo día y luego una por día durante 15 días consecutivos, sin contar los sábados y los domingos, pues las tarjetas descansan esos días. Así de falsas, mentirosas y enredadas son las reglas con la mayoría de tarjetas de crédito.


Y pedir que las regulen está en el cuerno de la luna, porque esas peticiones solo sirven para que el político se agencie unos cuantos votos, pues las emisoras de tarjetas de crédito siempre se las ingenian con nuevo concepto para continuar con su infinita cantidad de reglas que solo hacen que el usuario se complique la vida y encuentre que en esa economía de mercado donde nada se puede regular porque atenta contra la libertad económica, las mejores armas son la prudencia y el efectivo.