Aquel que tiene los mismos pensamientos cada día, muchos de ellos negativos, ha caído en un mal hábito. En vez de concentrarse en lo bueno de su vida y en atinar caminos que hagan que las cosas marchen mejor, sigue cautivo de su pasado. Sin duda el profeta y el apóstol entendían bien esto. E, incluso, me atrevería a decir que mejor que los sages: “Y ahora, Dios le dice a su pueblo: ‘No recuerden ni piensen más en las cosas del pasado. Yo voy a hacer algo nuevo, y ya he empezado a hacerlo.
Estoy abriendo un camino en el desierto y haré brotar ríos en la tierra seca’”, (Isaías 43:18-19 TLA). Esto se cumplió perfectamente en Jesús, cuando dice la Biblia que le dijo a la Samaritana: “El que beba del agua que yo doy nunca más tendrá sed. Porque esa agua es como un manantial del que brota vida eterna” (Juan 4:14 TLA). Por eso el apóstol —quien bebiera del agua de Jesús camino a Damasco— pudo decir con convicción en una ocasión:
“Si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” (2 Corintios 5:17 NVI). Él expresa, además, la clave para tener una mente enriquecida en otro pasaje: “He decidido no fijarme en lo que ya he recorrido, sino que ahora me concentro en lo que me falta por recorrer… para llevarme el premio que Dios nos llama a recibir por medio de Jesucristo” (Filipenses 3:13-14 TLA).