16/04/2024
09:27 AM

A ritmo del humano

Francisco Gómez Villela

Actualización de datos mundiales covid-19, 1 julio 2020: Total de casos 10.3 millones, recuperados 5.8 millones, fallecidos medio millón. Todo esto en seis meses.

La pandemia acelera su propagación a la velocidad con que se movilizan los humanos. El desconfinamiento prematuro significó el fracaso de las medidas iniciales que se habían tomado. Esto ha sido así en todo el planeta. Nada es gratis. Hay que sacrificar algo en la obtención de algo. En este caso la economía, la necesidad del dinero, ha agravado la situación. Mientras exista interacción humana irresponsable, los contagios no se van a detener.

Pero este resultado del desconfinamiento ya se había vaticinado. Ejemplos de ello en toda Latinoamérica y en el gran país del Norte. La apertura económica y la falta de cultura están causando un rebrote que los tiene agobiados.

Aquí, en la Honduras de todos, la situación ha empeorado conforme se ha permitido mayor circulación de personas y aperturas de negocios. La apertura gradual es solo un justificación en el papel para permitir que la gente salga. Los motivos son válidos, pero no justifican muertos por dinero.

País tercermundista, mal manejo de la crisis, deficiencia de el sistema sanitario, desvío de fondos, sumado a la falta de compromiso de la mayor parte de la población, son el caldo de cultivo perfecto para este virus que no respeta nada.

La población critica y hace memes en lugar de ser serios y cooperar.

¿Cuál es nuestro compromiso? Todo aquel que no signifique sacrificarnos en algo. Esta actitud no es de hoy, es de siempre. Esperamos que nos den todo, pero nosotros no aportamos ni siquiera la intención de colaborar. Y si algo no nos parece, lo descalificamos inmediatamente, sin miramientos.

Sabemos que no hay cama para tanta gente en los hospitales y aún así nos arriesgamos llevando conductas que en estos momentos no están permitidas. Mucho contagio innecesario.

Del virus solo nos falta conocer cómo curarlo, una vacuna. Lo más importante ya lo sabemos. Que el hombre es el culpable de diseminarlo. Eso debería ser suficiente para controlarlo. ¿Simplista? Probablemente. ¿Lógico? Absolutamente.

Pero, ¿quién controla al hombre? Nadie. Aquí el hondureño se mueve con el viento. Si le conviene, se movilizará. Si no, criticará a quienes lo hacen. El virus viaja al ritmo del humano. Hay que detenerlo.