La gratitud, ya que no estamos solos, el Señor camina con nosotros, dándonos fuerza, valentía, ánimo y luz para superar los obstáculos que vengan y construir nuevamente lo que este vendaval haya echado por tierra. El papa Francisco nos ha dicho: “el Señor no nos dejó solos. Permaneciendo unidos en la oración, estamos seguros de que Él nos cubre con su mano (cfr. Sal 138,5), repitiéndonos con fuerza: no temas, «he resucitado y aún estoy contigo”.
La humildad, para caer en la cuenta que por muy cómodos que viviéramos antes, por muy bien que nos fuera, faltaba algo, faltaba alguien en nuestra vida y que había cosas que definitivamente teníamos que cambiar. El Santo Padre escribe: “Volver simplemente a lo que se hacía antes de la pandemia puede parecer la elección más obvia y práctica; pero ¿por qué no pasar a algo mejor? Hemos demostrado que podemos hacerlo, que podemos cambiar, y ahora está en nuestras manos traducir estas actitudes en una conversión permanente, con resolución y solidaridad, para afrontar amenazas mayores y con efectos a más largo plazo”.
Y, por último, la esperanza, animada por la fe que nos muestra a un Dios que nos ha dado a su Hijo Jesucristo, brindándonos la firme certeza de que es verdad que nuestro Dios es amor, y esta seguridad hay que comunicarla, transmitirla, contagiarla, porque, como afirma el Papa, es un “contagio” que se transmite de corazón a corazón, porque todo corazón humano espera esta buena noticia. Es el contagio de la esperanza: «¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!». No se trata de una fórmula mágica que hace desaparecer los problemas. No, no es eso la resurrección de Cristo, sino la victoria del amor sobre la raíz del mal, una victoria que no “pasa por encima” del sufrimiento y la muerte, sino que los traspasa, abriendo un camino en el abismo, transformando el mal en bien, signo distintivo del poder de Dios.
Porque solo así, en palabras de Benedicto XVI, nuestra impaciencia y nuestras dudas se transformarán en la esperanza segura de que el mundo está en manos de Dios y que, aun en medio de las oscuridades, al final Él vencerá… porque el amor es una luz, en el fondo la única, que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para actuar y seguir viviendo.