Lo que se ha dicho en este proceso judicial nos lleva obligatoriamente a las preguntas, ¿qué hicieron las instituciones hondureñas encargadas de investigar y juzgar?, ¿hasta dónde se ha llegado a tener una manipulación de las instituciones que las ha vuelto tan permeables a este fenómeno del narcotráfico?
Los políticos son de los que han sacado la peor parte en este juicio de país al que estamos asistiendo, porque aquí ha pasado de enjuiciarse a una persona para poner ante el escenario del mundo un país que se ha considerado por muchos un Estado fallido.
¿Qué ha hecho una Unidad de Política Limpia que ha quedado expuesta en su incapacidad para auditar los fondos que manejan los políticos en sus campañas electorales?, ¿qué se le puede decir a una sociedad que espera respuestas y creía que algo se estaba haciendo para contener que dinero contaminado entrara en las campañas? Las grietas han sido expuestas de manera vergonzosa ante el mundo, de tal forma que es difícil esconder la vergüenza donde quiera que se vaya, estos hechos nos juzgan a todos.
Si es cierto que ya no somos el país más violento del mundo, ahora la combinación de violencia, política y droga son los motes que identifican un Estado que ha fallado, una clase política que urge de renovarse y plantearse un ideario de valores y principios necesarios para poder sobrevivir a este terremoto y seguir vigentes. Es así porque aquí se trata de principios, se trata de valores, pero los segundos no vienen de ninguna manera si no se tienen los primeros, necesitamos principios.
De nada sirve un rótulo que diga que usted no puede conducir a más de 90 kilómetros, si no conoce la prudencia, si desconoce por completo el autodominio; es decir estamos ante el fracaso de la norma y de la institucionalidad, porque no hay principios, porque sin que lo tengamos presentes diariamente, pero son sus principios los que nos gobiernan, Maquiavelo está hoy más vigente que nunca, importa el fin, sin importar cómo se consiga.
Si estuviéramos en un Estado de derecho y en una sociedad pensante y deliberante, ya deberíamos estarnos planteando cómo reconstruir los fundamentos del Estado de Honduras, cómo limpiar la política de tanta mancha, porque esta mancha será difícil de borrar después de todo lo que hemos visto y escuchado; cuando los fundamentos se corroen, se resiente todo el edificio y si bien es cierto, esto no comenzó en 2009, ciertamente los eventos de ese año marcaron un más acelerado deterioro de la institucionalidad y de la política hondureña.