De 26 países investigados por Pew Research Center, únicamente 13 consideran el cambio climático su “principal amenaza internacional”. Solo el 59% de los estadounidenses lo aprecia así, mientras mexicanos, brasileños y argentinos, según la misma encuesta, marcan entre el 80% y el 72% de preocupación. En el estado norteamericano de Florida, donde el mar acecha peligrosamente a las ciudades, solo el 5% de los hispanos ven el cambio climático como su principal problema, de acuerdo con un sondeo de Mason-Dixon para Telemundo.
Estos datos solo buscan fotografiar la situación, de modo general. Y, aunque las encuestas sirven para constatar el incremento de la alarma mundial, no añaden demasiado sobre la interiorización individual de la amenaza. Además de salir a la calle exigiendo medidas a favor del planeta, ¿qué hacemos a nivel personal? ¿O acaso pretendemos que los gobiernos resuelvan todos los problemas, sin cambiar nuestros dañinos hábitos y actitudes?
León Tolstoi afirmó: “Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”. Pensémoslo detenidamente y daremos la razón al famoso escritor ruso. ¿Reciclamos nuestros residuos domésticos? ¿Consumimos responsablemente? ¿Respetamos la naturaleza durante las vacaciones? Quiero pensar que cada uno de los participantes en las grandes manifestaciones, en todos los rincones del planeta, está dispuesto a revisar cada qué tiempo cambia su celular, por solo mencionar un ejemplo. Por supuesto que “no hay planeta B”, pero el compromiso empieza en casa.
Los tres problemas raíces de la humanidad son el egoísmo, la avaricia y la apatía. Actuar para cambiarlos, con mentalidad mindfulness, también es defender el planeta. Necesitamos acciones concretas, con conciencia y alejados de la manipulación y la propaganda. Como decía San Francisco de Asís: “Mientras que estás proclamando la paz con tus labios, ten cuidado de albergarla también en tu corazón”.