25/04/2024
02:29 AM

Volver a Dios

Y, sobre todo, señalaba el camino para salir de la crisis: volver a Dios, respetar la Eucaristía y aplicar el Concilio como debe ser aplicado.

Cuando el papa Benedicto XVI escribió su ensayo sobre las causas de la pederastia dentro de la Iglesia, como contribución a la reunión de los presidentes de las Conferencias Episcopales, y cuando, después, decidió hacerlo público al no haber sido entregado a los obispos, él sabía que se iba a desencadenar una tormenta.

Así fue. Le criticaron, en primer lugar, por atreverse a hablar, porque lo que desean no es que se calle, sino que se muera. Después vino la crítica de los intelectuales, de los teólogos, que rebatieron sus argumentos. Para ellos, el Papa emérito no tenía razón cuando decía que la causa del elevado número de pederastas en el clero estaba en la aplicación equivocada del Concilio Vaticano II, en ruptura con todo lo anterior, Palabra de Dios incluida. Benedicto XVI había señalado en su escrito una serie de causas y de consecuencias: la debacle de la teología moral, el descontrol en los seminarios, el nombramiento de obispos eligiendo sacerdotes de la línea de ruptura más que de la de continuidad; a la vez, señalaba otro tipo de pederastia, la que se ejerce sobre los “pequeños” de cualquier edad, contaminándoles con mala doctrina sin que ellos puedan defenderse. Y, sobre todo, señalaba el camino para salir de la crisis: volver a Dios, respetar la Eucaristía y aplicar el Concilio como debe ser aplicado.

Ahora el papa Benedicto ha vuelto a intervenir. Ha ignorado a los que vociferan contra él, porque le quieren callado o muerto, y se ha dirigido a los intelectuales que rebatieron sus opiniones. Su respuesta, lúcida y sencilla, ha sido demoledora. Citando a una teóloga en concreto, que escribió cuatro páginas criticándole, dice sencillamente que en ese y en el resto de los escritos que le critican, no encuentra la palabra “Dios”. Y añade que esa era precisamente la solución que él proponía para salir del problema: volver a Dios con humildad y agradecimiento, ahí está la solución y el único futuro posible para la Iglesia de Cristo.