Me refiero a las que ha efectuado el obispo de Essen, Alemania, monseñor Overbeck. Son unas declaraciones que, por su gravedad, no solo me han dejado muy preocupado sino estupefacto. Sin cortarse, abiertamente, ha afirmado que, si no se le da a la Iglesia alemana lo que pide, va a haber una ruptura más profunda que la que causó la reforma de Lutero.
Está hablando claramente de cisma y está amenazando con él, no solo por parte de la Iglesia alemana sino también por parte de otras iglesias o, al menos, por parte del sector liberal del conjunto de la Iglesia católica. Monseñor Overback ha puesto las cartas sobre la mesa. Quieren modificar la moral sexual de la Iglesia, lo cual incluye aceptar la homosexualidad, las relaciones fuera del matrimonio y la ideología de género; además, piden la ordenación sacerdotal femenina y el fin del celibato obligatorio, la admisión de los protestantes a la comunión y también de los divorciados vueltos a casar. O se les concede esto o lo van a aprobar y permitir por su cuenta, al margen de lo que diga Roma.
El Papa ha dicho reiteradamente -la última vez en la entrevista a Televisa-, que es conservador en lo doctrinal. Ha rechazado el aborto y la eutanasia, ha condenado la ideología de género, ha negado la validez de los matrimonios homosexuales y ha insistido en que la familia solo puede estar formada por un hombre y una mujer y, recientemente, dijo que no había ninguna posibilidad de admitir el sacerdocio femenino y que el que se quisiera ir de la Iglesia por este motivo, que se fuera.