Pasado el tiempo, ya con su piel algo marchita por el paso de los años, le tocaron a su puerta. Era un caballero otoñal que andaba preguntando por la Srta. Franchesca. Ella le respondió con amabilidad, pero algo extrañada: “Soy yo, ¿qué desea?” “Soy el dueño de la Editorial Élite, una de las más prestigiosas de este país”, le contestó él. “Vengo a darle una buena noticia: su colección de cuentos y poemas está siendo publicada y leída por todo el mundo... Entre los escritos recibidos, ya con el papel amarillento, estaban los suyos, y cuando me puse a leerlos me di cuenta de lo maravilloso de sus textos, y me pregunté: ¿Por qué no los había leído antes? De esa forma supe que al salir a la luz pública iban a ser un éxito, como en efecto ocurrió. Y aquí estoy para conocerla personalmente y para dar a conocer a la autora de tan deleitosos escritos”.
No cabe duda que si nosotros no somos capaces de mantenernos inquebrantables en la prosecución de algo que hemos comenzado (llámese tarea, proyecto, sueño o propósito), no vamos a poder llegar a ningún lado nunca. Seremos incapaces de continuar avanzando, incluso, muchas veces, sin siquiera haber salido del punto de partida.
La perseverancia es ese aliento o fuerza interior que nos permitirá llevar a buen término las cosas que emprendamos sabiamente en el transcurso de nuestro trajinar. Hagamos uso de esta buena “amiga”, es seguro que no nos fallará.