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Rev. Marriaga, un héroe de la fe

  • 11 marzo 2019 /

No en vano el centenario de la llegada de los protestantes a Honduras corría paralelo con la vida de este grande servidor de la grey evangélica.

Noé Vega

Hay hombres que construyen imperios y quedan en la historia; hay otros que construyen países y son recordados en los libros; pero hay hombres que construyen vidas y edifican familias, y su huella en esas vidas jamás será borrada.

El reverendo Julio Marriaga, de la Iglesia Centroamericana, fue una de esas vidas. Fue de esas vidas con las que Dios puede contar, pues están dispuestas a pasar desapercibidas mientras su trabajo se agiganta en las labores divinas. Ha muerto un hombre de fe.

Fundador de una de las iglesias protestantes históricas de Honduras, este hombre fue lo que hoy podemos llamar una rareza, un líder cuyo legado se puede medir no en lo mediático de su actuar, ni sus apariciones públicas, sino porque fue una cantera de Dios, de la cual tantos pudieron sacar material para edificar sus vidas y sus familias; en un tiempo en donde los religiosos son más conocidos por sus posturas políticas o por sus coqueteos con el poder, este hombre encarnó el servicio cristiano con una vida dedicada al servicio divino y de las almas.

La iglesia protestante hondureña ya lo cuenta entre sus fundadores, no en vano el centenario de la llegada de los protestantes a Honduras corría paralelo con la vida de este grande servidor de la grey evangélica.

Este país está marcado en su historia por la presencia de los protestantes con su credo, su vida y sus visión, una visión que ha alcanzado la educación, el servicio, la caridad y el servicio a la grey evangélica; pocos podemos decir que no tenemos en nuestra vida la presencia de la religión, sea en la escuela o a través de la Iglesia, los evangélicos trajeron su credo hace más de 100 años y con ello trajeron luz y bienestar a millones de vidas. El reverendo Julio Marriaga vivió como pocos, pero también falleció como pocos.

Morir a los 98 años de edad en pleno siglo 21 es decir demasiado, demasiada vida y demasiado lo hecho, porque este hombre no vivió solo por vivir, sino que vivió para servir, porque como los patriarcas de la antigüedad tuvo largura de días y las generaciones que sintieron el toque de sus palabras, su vida y su servicio pueden atestiguarlo hoy y mañana también.

El reverendo Julio Marriaga encarnó bien el espíritu de servicio desinteresado,y de interés por la vida de la iglesia que tuvieron los primeros misioneros norteamericanos que trajeron a Honduras el protestantismo, cuyos nombres están también escritos en la historia de la Iglesia evangélica hondureña y en las vidas que marcaron.