Las nuevas formas de comunicación que han cambiado fundamentalmente nuestra forma de relacionarnos con el mundo, también imponen nuevas responsabilidades que hay que asumir y sobre todo, cumplir.
Los temas que hoy ocupan y preocupan a la humanidad están tremendamente influenciados por la serie de elementos nuevos que se convierten en amenazas, no solamente para el mundo de las transacciones comerciales y financieras, como el phishing, para los gobiernos, como el hacking y las noticias falsas que pueden marcar la diferencia en los resultados de procesos electorales; también en la vida de millones de personas del mundo entero y, de manera especial, de los menores de edad.
La ballena azul, en un momento, Momo y Ayuwoki actualmente, forman parte de esas “cosas” perturbadoras a las que están expuestos niños y jóvenes.
Quienes echan a andar este tipo de seres del mundo digital, buscan generar miedo, robar la paz de seres inocentes. Pero más allá de todos los riesgos que especialmente los niños pueden correr con el uso no supervisado de internet, lo que verdaderamente aterra es la permisividad de los padres, que depositan en una tableta electrónica o un celular una forma de entretenimiento para sus hijos, sin importar la edad.
Así no dan quehacer, así se ocupan, así no molestan. Pero igualmente así se exponen, así dañan su vista y su capacidad de prestar atención a otras cosas de la vida real, así desarrollan una relación adictiva con juegos de video, visualmente muy atractivos, pero muchas veces promotores de violencia.
Los problemas que enfrenta la niñez y la juventud de este tiempo no solamente están muy influenciados por el desarrollo tecnológico, sino por la indiferencia de los padres de familia y su propia comodidad.
Hay que admitirlo, después de una agotadora jornada laboral -dentro o fuera del hogar- es muy fácil caer en internet, como distractor para que los niños permitan el descanso de los adultos, o como refugio para ver y leer aquello que nos agrada. El mundo está en constante cambio, no podemos tener a los niños en una burbuja, aislados de todo, pero nada sustituye la supervisión de los padres, no en función de prohibir, sino de orientar y generar las condiciones necesarias para que los niños de hoy sean los adultos con criterio bien fortalecido del mañana.
Los valores en la formación integral de los niños y los jóvenes están hoy más vigentes que nunca, puesto que el mundo es más hostil… o quizás solamente ha perfeccionado sus múltiples formas de quitar la paz, no solamente grupal o colectiva, sino especialmente individual. La labor de formar a los niños y jóvenes en temas esenciales como el respeto por la propia vida y la de los demás, por la tolerancia y la inclusión de las diferencias, no es asunto de una sola vez, sino de todos los días.
Aún y cuando en la familia existan restricciones en el uso de la tecnología, hay que recordar que los niños son influenciados por sus pares en la escuela y en la comunidad. Si bien es cierto que las comunicaciones han evolucionado y han cambiado el mundo, nada sustituye al diálogo abierto y franco. Que momo y otras tonterías sirvan como un buen pretexto para cambiar nuestros hábitos. En nosotros está dar el enfoque adecuado.