19/04/2024
07:51 AM

México frente a Trump

Es ilusorio e inútil creer que puede cambiar la forma de pensar de Trump, el respeto se gana.

Jorge Ramos Ávalos

Me preocupa que los cuatro candidatos mexicanos a la presidencia enfrenten a Donald Trump con demasiada ingenuidad. Si creen -con una especie de pensamiento mágico- que van a convencer al bully de la Casa Blanca a que modere sus insultos y mentiras contra México y los mexicanos, a que se olvide de construir un muro en la frontera y a que deje de amenazarnos con liquidar el Tratado de Libre Comercio (TLC), olvídense de eso. Trump es un necio, particularmente en las cosas en las que no tiene la razón.

La primera lección que he aprendido es que Trump es Trump. No cambia. La persona que acaba de ordenar el envío de tropas estadounidenses a la frontera con México -por una supuesta amenaza de drogas e indocumentados- es el mismo que el 16 de junio del 2015 (cuando anunció su candidatura presidencial) calificó a los inmigrantes mexicanos de criminales y violadores. Es la misma retórica racista y xenofóbica, y es el mismo Trump pero ahora con más poder.

Apaciguar a hostigadores como Trump nunca funciona. La invitación que el presidente Enrique Peña Nieto le hizo al candidato Trump en el 2016 para ir a Los Pinos fue un grave error. Me recuerda tanto la historia de Moctezuma II metiendo a Hernán Cortés en la Casa Real de Tenochtitlan en 1519. Ambas invitaciones terminaron con el anfitrión humillado. Conclusión: la sumisión nunca da buenos resultados.

Pero el gobierno de México, lejos de aprender, insistió en bajar la cabeza. El canciller Luis Videgaray conocía al yerno de Trump, Jared Kushner, y creyó muy a la mexicana que una comida con unos tequilitas podía suavizar las tensiones entre México y Estados Unidos. Otro fracaso. Las cosas han salido tan mal para México que dentro de poco veremos a militares estadounidenses destacados del otro lado de la frontera.

Peña Nieto nunca entendió que pudo haber salvado el final de su sangriento y corrupto sexenio si se hubiera enfrentado con dignidad a Trump. Pero quiso ser su amiguito y se lo comieron vivo. Su enojado discurso de hace unos días llegó casi tres años tarde y no implicó ningún costo para Trump.

Lo primero que hay que entender es que Trump a sus 71 años no va a cambiar. Nada se ganará con discursos, tuits o largas sobremesas. Seguirá con sus ataques a México y con su postura antiinmigrante. Esa es la fórmula que lo llevo a la presidencia y no la va a soltar. Pero un punto débil de Trump es que necesita a México. Sin la ayuda de México, las drogas y los inmigrantes centroamericanos podrían fluir sin control por territorio mexicano hasta llegar a la frontera de Estados Unidos, como quedó demostrado con el reciente incidente de la caravana de hondureños. La amenaza de México a Trump es que sin el TLC tampoco habría cooperación migratoria.

El otro punto importante es que, quizás, no habrá Trump después del 2020. Esto le permitiría a México una estrategia a dos tiempos. El próximo presidente o presidenta puede enfrentar duramente a Trump al principio de su mandato. Tiene, en realidad, muy poco que perder.

Desde que Trump ganó, el gobierno de México, cobardemente, dejó solos a los mexicanos en Estados Unidos. Ese vacío ha sido llenado por artistas -como los tres directores ganadores del Oscar-, por periodistas y hasta por el expresidente Vicente Fox quien, a pesar de las críticas, sale frecuentemente a defender a México en los medios estadounidenses. Quien gane las elecciones en México el primero de julio debe saber que es totalmente ilusorio e inútil creer que puede cambiar la forma de pensar de Trump. El respeto no se regatea, se gana.