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Los indignados guatemaltecos buscan la política un año después de las protestas

  • 24 abril 2016 /

Ciudad de Guatemala, Guatemala

Cuando en abril de 2015 miles salieron a las calles de Guatemala a clamar contra la corrupción, nadie creía que el presidente estaría hoy en prisión. Sin embargo un año después los gritos de cambio parecen haberse acallado. ¿Y ahora qué? Un grupo de jóvenes se resiste a ceder: son el germen del 15-M guatemalteco.

'Se habla mucho de un despertar ciudadano, pero hoy lo que vemos es un letargo total. ¿Cuánto duró ese despertar?', se pregunta Pamela Saravia, a quien la primavera del pasado año le agrió el discurso. Al menos, siguen brillándole los ojos.

La caída del expresidente Otto Pérez Molina y de su mano derecha Roxana Baldetti, ambos en prisión preventiva por el caso de defraudación aduanera 'La Línea', generó la ilusión de un cambio, de una nueva era en Guatemala.

La llegada de un nuevo rostro, el del cómico Jimmy Morales, 'el ciudadano común', a la Presidencia del país centroamericano consolidó la imagen de que algo se está transformando. Aunque para muchos fue solo eso, una imagen.

'El gran movimiento no fue más allá, no hubo un cambio profundo. Las estructuras de poder se reacomodaron, volvieron a colocar sus piezas donde tenían que colocarse y otra vez están haciendo lo que quieren con nosotros', añade la joven.

La corrupción endémica, la discriminación de las comunidades indígenas y la inequidad como germen de una violencia que arrasa la cotidianidad del país siguen presentes en la 'Guatemala feliz' de la que habla Morales.

Un grupo de jóvenes, aglutinados en un diplomado de la Universidad Landívar, ha decidido rebelarse: un grito contra la resignación que recuerda al movimiento 15-M en España o la 'Nuit Debout', que estos días toma las plazas de Francia.

A diferencia de los movimientos europeos, la respuesta guatemalteca está todavía confinada en las aulas, en un grupo de jóvenes de entre 18 y 30 años que cada sábado se reúne para analizar la realidad centroamericana y 'articular una respuesta a la indignación', explica Rory Perla, profesor que coordina el proyecto, replicado en varias localidades del país.

Es necesario 'llevar ese cambio' a las plazas y a los pueblos, reconoce Sergio González, otro de esos nombres que suenan para convertirse en los nuevos líderes del país.

Son voces como la suya las que están liderando el discurso de una nueva política que supere por fin el relato de la polarización, de la división 'en ideologías': 'O eres conservador o eres comunista'.

Lo que necesita Guatemala, asegura el joven, es 'aceptar que todos somos hermanos y estamos unidos bajo los mismos problemas'. Se trata de colocar 'el bien común' como prioridad en la construcción de la 'Guatemala feliz'.

Estos jóvenes, hambrientos de un 'cambio social', como los define la profesora Priscilla Chang, debaten fervientemente en las pequeñas asambleas organizadas en el centro educativo. Hoy toca hablar de pobreza y de relaciones internacionales.

Todos coinciden en el diagnóstico de los problemas de Guatemala, pero difieren en cómo afrontarlo: algunos apuestan por aglutinar a la sociedad civil, desfragmentada por décadas de conflicto y violencia, hasta convertirla en un actor de decisión política.

Otros prefieren apostar por una fórmula más tradicional, la de los partidos políticos.

'Hace falta articular una respuesta. Yo estoy igual de indignado ahorita que el año pasado', señala González.

Nombres como el de 'Somos' o 'Movimiento semilla' resuenan ya como el eco de un viento de cambio. El viento de los indignados.