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En Nicaragua buscan agua hasta debajo de las piedras por sequía

  • 09 abril 2016 /

Teustepe, Nicaragua

“La idea es encontrar agua porque esto se va a poner peor”, dice Pedro Membreño mientras un obrero enjuto se esfuerza en cavar el suelo rocoso en Teustepe, en el centro de Nicaragua y uno de los 33 municipios del corredor seco. El hoyo tiene 15 metros pero aún no hay agua. “Esto es como buscar oro”, expresa Membreño, un hombre cetrino de 55 años habitante de Teustepe, una zona árida y pedregosa localizada a 73 km de la capital.

Las aguas subterráneas son la esperanza de Membreño y de cientos de campesinos de zonas rurales del país en las que las fuentes hídricas se están secando como efecto de una dura sequía asociada al fenómeno climático de El Niño y agravada por la deforestación y apropiación de agua para fines agrícolas.

Tres años sin lluvia y temperaturas entre 36 y 39 grados centígrados causan un impacto severo en esta nación centroamericana, que tiene la mayor reserva de agua en la región, entre ellas el lago Cocibolca, el segundo más grande de América Latina después del Titicaca de Perú y Bolivia. Nicaragua es uno de los países golpeados por el fenómeno El Niño, una marcada variación de temperatura en las aguas del Pacífico que afecta los patrones de clima y lluvia.

En un recorrido por los municipios Teustepe, Ciudad Darío, Las Banderas, San Francisco Libre y Tipitapam al norte y centro del país, se observa un panorama de campos áridos, cerros desnudos de vegetación, cauces de ríos secos, y mujeres y niños con recipientes vacíos buscando agua en la carretera.

Pese a lo crítico de la escasez hídrica, lo que ha inducido a protestas en algunos poblados y barrios periféricos de Managua, ambientalistas consultados consideran que aún no hay una inminente amenaza de sed en el país.

Metida en un “ojo de agua” en medio de enormes piedras, donde antes corría una caudalosa quebrada, Silvia Luna, de 29 años, junto a otras mujeres y niñas, se bañan y lavan ropa. Su casa está a unos 200 metros en una colina pedregosa. “Aquí venimos a lavar y a bañarnos. A veces el pocito está seco y esperamos a que salga agua para hacer nuestras cosas”, dijo Luna mientras se vestía avergonzada ante la llegada de periodistas.

“Sabíamos de antemano que el fenómeno climático nos iba a afectar con más severidad. Eso lo teníamos claro, pero su prolongación a casi tres años ha exacerbado la situación”, comentó Denis Meléndez, coordinador de la Mesa Nacional de Gestión de Riesgo (Mngr) que agrupa a varias ONG ambientalistas.

“En el campo la gente ya no quiere cultivar, ya no es atractivo para estas personas porque han perdido material genético, hay degradación del suelo. La esperanza es que detrás del Niño venga una Niña”, fenómeno contrario que trae consigo humedad, agregó.