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'Si volviera a nacer mañana, volvería a hacer esta obra”

  • 13 marzo 2016 /

Sor María Rosa abrazó su vocación a los seis años cuando conoció a las monjas franciscanas.

Tegucigalpa, Honduras

Carismática, con una profunda sensibilidad y amor por el prójimo, poseedora de una fe inquebrantable y tenaz en su misión de dar amparo a los desprotegidos, especialmente a los huérfanos y niños en riesgo social, esa es sor María Rosa Leggol, monja franciscana que por su piadosa labor se ha convertido en toda una institución humanitaria en Honduras.

Justamente hoy la Sociedad Amigos de los Niños que fundó en 1966 con el apoyo de un grupo de empresarios y personas caritativas cumple 50 años de servicio. Por sus casas-hogares han transitado más de 80 mil niños y jóvenes en riesgo social, muchos de los cuales hoy son exitosos profesionales universitarios y padres ejemplares. “Si volviera a nacer mañana vuelvo a hacer esta obra”, con esta frase resume su cometido esta extraordinaria mujer que a sus 90 años sigue activa al frente de su fundación. Rodeada de sus niños nos recibió para hablar de su vida.

¿De dónde son sus orígenes?

Soy de Puerto Cortés, nací en un pueblito que se llama El Paraíso, entre Omoa y Cortés. Mis padres fueron Josef Leggol, de origen francés-canadiense, e Irene Rosales de Leggol. Mi padre era capitán de barco y así llegó a Cortés donde conoció y se casó con mi madre. Cuando él se fue yo apenas iba a cumplir nueve meses de nacida. Quedé huérfana a los cinco o seis años.

¿Que recuerda de su infancia?

Cuando las hermanas franciscanas llegaron a Cortés fue un 21 de noviembre, era mi cumpleaños número seis y cuando las vi empecé a averiguar quienes eran porque vestían distinto a las demás mujeres, entonces el sacerdote me contó que eran jóvenes que querían entregar sus vidas para ayudar a los pobres, los niños huérfanos y enfermos, entonces yo le dije: yo me voy hacer una de ellas.

Hice la primera comunión a los seis años y sin permiso de nadie con el vestido de bodas de mi madre. A los nueve años me vine de Cortés de la casa de mis padrinos buscando las monjas y las encontré y ahí estuve hasta los 14 años, de ahí vine a la Policlínica y ahí estuve hasta los 22, cuando me fui al convento en Milwaukee, allá me hice religiosa. Dios sabe las cosas. Si hubiese tenido a mis padres conmigo tal vez no me hubiesen dejado irme al convento porque en aquel tiempo si a usted le decían no, es no; no podía desobedecer.

¿Cómo fue su adolescencia?

Yo no me acuerdo de mi adolescencia, yo no sé si eso pasó por mi mente, mi única adolescencia fue saber dónde estaban las monjas y cómo me podía hacer religiosa, es que yo soy otra cosa, era una loquera y media y todavía soy así.

¿En qué momento sintió el llamado de Dios?

En el momento que miré las monjas en la iglesia, ese 21 de noviembre que se bajaron del barco. Ese día yo sentí que habían venido a buscarme a mí y nadie me quitó eso de la cabeza. Mi vocación entró ahí y mi llamado de Dios entró ahí. Lo que yo quería era crecer rapidido, hacerme monja y recoger a mis niños.

¿Quién es su mayor inspiración?

Dios, la Misericordia Divina, la Virgen, soy devota de María y yo recuerdo rezar el rosario desde los cuatro años. Toda la vida yo no hago nada sin estar en la capilla preguntándole al Señor: ¿Es esta tu santa voluntad?

¿Qué personas han impactado en su vida?

Pues las hermanas que me recibieron, mis padrinos que se hicieron cargo de mí cuando era chiquita y mi madrecita, que lo poco que me acuerdo, fue una mujer muy sencilla y humilde que cada vez que había una tormenta en Cortés nos levantaba a rezar a la hora que fuera por los navegantes, los caminantes y por no sé quiénes más.

¿Cómo comenzó la visión de la Sociedad Amigos de los Niños?

Si les cuento no terminamos hoy. Comencé con las primeras 10 casas (en la Miraflores), sacando a los niños que vivían en la Penitenciaría Central con sus padres, porque antes ahí estaban revueltos hombres con mujeres. Así que comencé con los niños de la PC, de los cuales he tenido muy buenos muchachos y casi todos estudiaron y se hicieron profesionales, de modo que cuando sus madres salieron les ayudaban económicamente.

¿Cuánto ha crecido el proyecto desde ese tiempo?

Limpié los puentes de niños que pedían y me llevé los niños que las madres dejaban abandonados en el hospital San Felipe, por eso estas 10 casas no me duraron ni tres meses cuando ya estaban llenas. Después comencé el proyecto de Casitas Kennedy y luego construimos 33 casas en Choloma, que nos destruyó el huracán Fifí, después tuve 24 hogares en 33 manzanas en el Zamorano en los que vivían 50 jóvenes, hombres y mujeres. También hice las casas de Tela y La Ceiba y luego hice el primer proyecto de madres solteras en Comayagua y en Nuevo Paraíso.

¿Cómo ve a Honduras?

Yo tengo mucha pena y mucho dolor de cómo estamos. Me muero todo el tiempo oyendo cómo matan a la gente. ¿Dónde anda el valor?, ¿Por qué los jóvenes están lejos de Dios?

Los están destruyendo porque no hay oportunidades, como yo le digo, si me hubieran ayudado en mi tiempo que yo tenía talleres y escuelas hubieran tantos buenos jóvenes como los que yo crie tan bien acá.

¿Es incierto el futuro de los jóvenes?

Es una tragedia tremenda, como nadie les dio la mano, nadie les dio algo, usted cree que no me duele cuando vienen de vuelta de Estados Unidos. ¿Por qué tuvieron que irse? Vienen sin una pierna, sin un brazo, hechos leña y qué estamos haciendo por ellos.

¿Que pediría a nuestros gobernantes?

Que no solo se llenen de poder o de querer el poder. ¿Hasta cuándo piensa continuar al frente de esta labor?
Hasta que Diosito me lleve, él es el que me tiene acá, esa es la obra de amor que me mandó a hacer, yo nací para esta obra, yo no puedo renunciar, tengo que seguir aquí y cuando Dios no quiera que siga él me va a llevar y va a mandar a otra gente.

¿Tiene fuerzas para continuar?

Mi vida es dirigida por Dios, no voy a tener dudas, nunca las tuve y si volviera a nacer mañana vuelvo hacer esta obra. Para que usted sepa yo me puedo hacer cargo de todos los niños de Honduras con la edad que tengo, porque todavía tengo mi fe y mi esperanza en Dios y las fuerzas no me faltan, las piernas son las enfermas.