Wellington, Nueva Zelanda
Trabajadores ayudados por excavadoras comenzaron a cavar decenas de tumbas en el cementerio de Christchurch para recibir los 50 fieles asesinados en dos mezquitas, cuyas familias reclamaban ya los cuerpos para ajustarse al rito musulmán.
La costumbre musulmana prevé la inhumación del cuerpo en las 24 horas siguientes al deceso y aunque los forenses esperaban acabar su trabajo a tiempo, insistieron en que no pueden precipitarse en la investigación.
Mientras los parientes de las víctimas claman justicia y se resignan a darles el último adiós, del otro lado, los familiares de Brenton Tarrant, autor de la masacre, se solidarizan con quienes perdieron a sus seres queridos.
Danna Cox, prima de Tarrant, aseguró en una entrevista al canal Sunday Night, que 'él no fue educado para ser racista, nadie lo hizo de esta manera'.
Cox comentó: 'Yo se lo que se merece, se merece la pena de muerte y me duele decirlo porque es familia, pero para alguien que acaba con las vidas de tantas personas, merece lo mismo'.
Mientras otro familiar del asesino dijo bajo el anonimato: 'Tengo el corazón roto, estoy destrozada. Lo odio tanto ahora mismo. Si lo viera, lo golpearía en la cara tan fuerte como pudiera'.
'Estamos todos estupefactos, no sabemos qué pensar', dijo la abuela de Brenton Tarrant, Marie Fitzgerald, al canal australiano Channel 9.
'Todo el mundo está hundido... destrozado es la palabra', aseguró. Tarrant, que creció en la pequeña ciudad de Grafton, parece que se sintió cautivado por la ideología neofascista durante sus múltiples viajes en Europa.
- De tres a 77 años -
Cuatro mujeres figuran entre las víctimas, de edades comprendidas entre los 3 y los 77 años, según una lista aún incompleta.
Muchas víctimas eran nativas, pero otras venían de varios países del mundo musulmán, señaló Arden. Cuatro egipcios, un saudita, un indonesio, cuatro jordanos, seis paquistaníes y cinco indios figuran entre ellas.
Tres días después de la tragedia, el desarrollo de los acontecimientos se precisa con los testimonios de los supervivientes, algunos de ellos relatan verdaderos actos de heroísmo
Como Abdul Azi, australiano de origen afgano, que se encontraba con sus cuatro hijos en la mezquita Linwood cuando se precipitó hacia el asesino.
Este hombre, de 48 años, explicó que, tras oír los disparos, se hizo con un arma vacía que el agresor había tirado. Según un testigo, la lanzó 'como una flecha' contra el vehículo del asesino y rompió uno de los cristales. 'Por eso tuvo miedo', aseguró Abdul Aziz, indicando que el individuo decidió huir luego en coche.
Una acción que quizás evitó que hubiera más muertos, ya que dos policías detuvieron poco después al atacante.
Según autoridades locales, 34 personas continúan hospitalizadas.
Entre los heridos se encuentra una niña de apenas 4 años, Alin Alsati, quien se hallaba en una de las mezquitas acompañando a su padre y recibió tres heridas de bala. El padre de la niña, proveniente de Jordania, también resultó herido en el tiroteo.
- Prosiguen los homenajes -
Los neozelandeses siguieron rindiendo homenaje el domingo a las víctimas de la matanza.
Muchos habitantes de Christchuch depositaron flores y cartas en homenaje a las víctimas junto a los dos lugares de culto donde tuvieron lugar los ataques.
El autor de la matanza es un extremista australiano, Brenton Tarrant, quien ante el tribunal que lo inculpó el sábado por asesinatos hizo con la mano derecha un gesto típico de los grupos supremacistas blancos.
Este expreparador físíco, 'fascista' autoproclamado, documentó su radicalización en un largo manifiesto de unas 70 páginas, repleto de teorías de conspiración e ideas racistas.
'Estamos con nuestros hermanos y hermanas musulmanes', rezaba una enorme pancarta instalada sobre un mar de flores frente a una de las mezquitas.
Fieles de la Iglesia anglicana de Christchurch rezaron el domingo en su 'catedral de cartón', construida tras el terrible terremoto de 2011.
'Hemos aprendido que en tiempos difíciles es bueno estar juntos', dijo el sacerdote Lawrence Kimberley.
Trabajadores ayudados por excavadoras comenzaron a cavar decenas de tumbas en el cementerio de Christchurch para recibir los 50 fieles asesinados en dos mezquitas, cuyas familias reclamaban ya los cuerpos para ajustarse al rito musulmán.
La costumbre musulmana prevé la inhumación del cuerpo en las 24 horas siguientes al deceso y aunque los forenses esperaban acabar su trabajo a tiempo, insistieron en que no pueden precipitarse en la investigación.
Mientras los parientes de las víctimas claman justicia y se resignan a darles el último adiós, del otro lado, los familiares de Brenton Tarrant, autor de la masacre, se solidarizan con quienes perdieron a sus seres queridos.
Danna Cox, prima de Tarrant, aseguró en una entrevista al canal Sunday Night, que 'él no fue educado para ser racista, nadie lo hizo de esta manera'.
Cox comentó: 'Yo se lo que se merece, se merece la pena de muerte y me duele decirlo porque es familia, pero para alguien que acaba con las vidas de tantas personas, merece lo mismo'.
Mientras otro familiar del asesino dijo bajo el anonimato: 'Tengo el corazón roto, estoy destrozada. Lo odio tanto ahora mismo. Si lo viera, lo golpearía en la cara tan fuerte como pudiera'.
'Estamos todos estupefactos, no sabemos qué pensar', dijo la abuela de Brenton Tarrant, Marie Fitzgerald, al canal australiano Channel 9.
'Todo el mundo está hundido... destrozado es la palabra', aseguró. Tarrant, que creció en la pequeña ciudad de Grafton, parece que se sintió cautivado por la ideología neofascista durante sus múltiples viajes en Europa.
Parientes de las víctimas lloran desconsoladamente tras la tragedia en las mezquitas.
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El horrible acto terrorista enlutó a decenas de familias en Nueva Zelanda
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- De tres a 77 años -
Cuatro mujeres figuran entre las víctimas, de edades comprendidas entre los 3 y los 77 años, según una lista aún incompleta.
Muchas víctimas eran nativas, pero otras venían de varios países del mundo musulmán, señaló Arden. Cuatro egipcios, un saudita, un indonesio, cuatro jordanos, seis paquistaníes y cinco indios figuran entre ellas.
Tres días después de la tragedia, el desarrollo de los acontecimientos se precisa con los testimonios de los supervivientes, algunos de ellos relatan verdaderos actos de heroísmo
Como Abdul Azi, australiano de origen afgano, que se encontraba con sus cuatro hijos en la mezquita Linwood cuando se precipitó hacia el asesino.
Este hombre, de 48 años, explicó que, tras oír los disparos, se hizo con un arma vacía que el agresor había tirado. Según un testigo, la lanzó 'como una flecha' contra el vehículo del asesino y rompió uno de los cristales. 'Por eso tuvo miedo', aseguró Abdul Aziz, indicando que el individuo decidió huir luego en coche.
Una acción que quizás evitó que hubiera más muertos, ya que dos policías detuvieron poco después al atacante.
Según autoridades locales, 34 personas continúan hospitalizadas.
Entre los heridos se encuentra una niña de apenas 4 años, Alin Alsati, quien se hallaba en una de las mezquitas acompañando a su padre y recibió tres heridas de bala. El padre de la niña, proveniente de Jordania, también resultó herido en el tiroteo.
Decenas de tumbas son cavadas en el cementerio local de Christchurch.
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- Prosiguen los homenajes -
Los neozelandeses siguieron rindiendo homenaje el domingo a las víctimas de la matanza.
Muchos habitantes de Christchuch depositaron flores y cartas en homenaje a las víctimas junto a los dos lugares de culto donde tuvieron lugar los ataques.
El autor de la matanza es un extremista australiano, Brenton Tarrant, quien ante el tribunal que lo inculpó el sábado por asesinatos hizo con la mano derecha un gesto típico de los grupos supremacistas blancos.
Este expreparador físíco, 'fascista' autoproclamado, documentó su radicalización en un largo manifiesto de unas 70 páginas, repleto de teorías de conspiración e ideas racistas.
'Estamos con nuestros hermanos y hermanas musulmanes', rezaba una enorme pancarta instalada sobre un mar de flores frente a una de las mezquitas.
Fieles de la Iglesia anglicana de Christchurch rezaron el domingo en su 'catedral de cartón', construida tras el terrible terremoto de 2011.
'Hemos aprendido que en tiempos difíciles es bueno estar juntos', dijo el sacerdote Lawrence Kimberley.