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Un mágico paseo por las nubes

  • 02 octubre 2010 /

Escondida entre las faldas de la montaña de Celaque, la pequeña población colonial indígena de Belén Gualcho guarda como un tesoro sus tradiciones y folclore.

Emprendimos una gira a la zona más montañosa de Honduras, hacia el occidente, pasando las zonas de Copán y Ocotepeque; es en estos lugares adonde los paisajes, el clima, la gente y la gastronomía comienza a cambiar todo aquello a lo que estamos acostumbrados.

Saliendo un día domingo muy temprano por la mañana se puede comenzar a divisar lo sorprendente del recorrido con sus imponentes montañas y cerros entre ellas Erapuca, El Tenán, el cerro El Duende, El Ocote y el más importante, el histórico Celaque.

El recorrido nos hace pasar por los pueblos de Cucuyagua, San Pedro Copán, Corquín y El Carrizal, para luego emprender un viaje de una hora cuesta arriba, en medio de cafetales, bosques de pino y liquidámbar. La neblina, al llegar casi a los dos mil metros de altura hace parecer que los habitantes de estas zonas viven en las nubes o en el cielo, con paisajes impredecibles.

Es precisamente en Celaque adonde nuestro destino final nos aguarda: Belén Gualcho, una pequeña aldea de población lenca que data del período colonial de Ocotepeque, que en sus buenos tiempos se dedicó a la minería.

Ya en aquellas doradas épocas del siglo XVII para referirse a esta comunidad, se hablaba del Curato de Gualcho que significa en nahuatl, “Casa de las Encinas”.

Alegres domingos

Hasta 1921 la comunidad era todavía parte de Copán, de ahí que a veces se oye decir Belén de Copán. Al llegar por la carretera se despeja la neblina y mientras nos acaricia un aire frío divisamos justo en el fondo una iglesia de tres cúpulas llamada La Sagrada Familia que se encuentra en pie desde hace unos 300 años, dándoles la bienvenida a los visitantes. Esta hermosa construcción tiene un altar en relieve de madera y pinturas religiosas de gran valor.

Es domingo y la gente de los caseríos y aldeas llegan como en romería a un gran mercado adonde ofrecen casi de todo lo que la tierra les provee: papas, mataras, güisquiles o patastillos, berros, dulces de rapadura, frijoles, chiles, carne, rábanos, pan de trigo de montaña, café recién hecho, atol chuco, tamales, monturas, lazos, achinerías y muchas hierbas.

Aún cuando el visitante no encontrará artículos artesanales, el folclore de este mercado es único y le da un gran colorido al poblado.

En Belén Gualcho parece que el tiempo se detuvo o que en realidad no importa, pues la gente ve pasar la vida sin la prisa de las grandes ciudades.

Aunque la gente es un poco tímida, no hay nada mejor que una plática para romper el hielo, ya que reciben pocos visitantes, lo cual hace de este lugar en las nubes, un paseo más que imperdible, que es imperdonable no visitar.

Éste es, como dicen los publicistas españoles para promover sus comunidades rurales, “el pueblo adonde nunca pasa nada, ¿y a usted cuánto hace que no le sucede una de estas experiencias?