Bernardina Alvarez lleva una cinta verde prendida en el pecho, en señal de protesta para que los congresistas de Estados Unidos desistan del plan de gravar con tres dólares cada puro que ella fabrica, porque teme que se quedará sin su empleo en Honduras.
Más de 25 mil trabajadores de 30 fábricas hondureñas de puros que venden al año 84 millones de unidades en Estados Unidos y cinco millones en Europa, llevan esa cinta verde para pedir al Senado y a la Cámara de Representantes estadounidenses que no aprueben esa ley, que afectaría a productores de los demás países de Centroamérica y República Dominicana.
'Si se cierra la fábrica, sí me gustaría irme 'mojada' (ilegal)' para Estados Unidos, afirma Mirna Rodríguez (28) quien, al igual que Alvarez, de 31 años, y cientos de mujeres, enrollan las hojas de tabaco en unos moldes en un amplio salón, mientras escuchan una canción sobre los indocumentados del grupo mexicano 'Los Tigres del Norte'.
Conrado Plasencia, un cubano dueño de la fábrica, explica a la AFP que los legisladores estadounidenses quieren aumentar de 0,05 a 3 dólares el gravamen, para destinar el dinero a atender programas de protección de la infancia.
'Pero no va a haber ningún ingreso porque la industria se va a morir, entonces no van a lograr su propósito y van a dejar sin trabajo a más de 25 mil personas, la mayoría mujeres, sólo en Honduras', advierte Plasencia durante el recorrido por sus instalaciones donde resalta la gente muy laboriosa, mujeres la inmensa mayoría.
'Este es un producto enteramente artesanal, tocan cada puro 104 pares de manos, 105 con las del fumador', destaca Plasencia.
Las manos de Santos Flores (56), que gana el equivalente a cinco dólares al día, son las primeras que intervienen en el proceso. El se encarga de preparar la semilla y colocarla en unas bandejas para hacer el vivero.
Los 104 pares de manos intervienen en las tres grandes fases del proceso que tarda al menos un año: la finca donde se cultiva el tabaco, la clasificadora y secadora de la hoja y la fábrica del producto que es hecho a mano exclusivamente.
Plasencia tiene 3.500 trabajadores en las tres fases del proceso en su finca en Jamastrán y en la ciudad de Danlí, 100 km al este de Tegucigalpa.'Trabajo aquí desde los 12 años. Mi abuela no duerme pensando que nos van a cerrar la fábrica porque nos quedamos sin trabajo', advierte Rosibel Valladares de 26 años, que gana el equivalente a 13,16 dólar al día, un supersueldo para un obrero en Honduras, donde el salario mínimo es de unos 5 dólares diarios.
'Aquí la gente va a tener que salir a robar o irse para Estados Unidos, donde ni nos quieren', se queja la mujer, mientras coloca hojas en el molde.'El puro es la única fuente de empleo aquí y con esa ley ¿cómo vamos a quedar?, afirma Paula Girón, de 27 años, mientras prepara la hoja de capa.
La capa es el forro, la parte superficial más fina, de las tres que forman la estructura del puro, las otras son banda y muñeca.'Nadie va a pagar 10 dólares por este puro en Estados Unidos', afirma María Pía Selva, mientras muestra un imponente ejemplar del 'Galán' de su famosa marca Flor de Selva.
En Estados Unidos el precio promedio de un puro es cuatro dólares, aunque depende del tamaño porque ella produce desde uno de 10 cm que se fuma en diez minutos a otro que mide 28 cm que puede durar cuatro horas.
'Un puro se fuma con elegancia, es para gente fina, elegante, que sabe como inhalar o manejar la ceniza para cuidar el sabor y el olor. Esperamos que los congresistas de Estados Unidos respeten a esta gente que degusta con deleite un puro Flor de Selva y a los hondureños que se quedarían sin trabajo', advierte la hondureña envuelta a un negocio tradicionalmente de hombres.