San Pedro Sula, Honduras.
Desde que su marido la llevó al parque para que lo viera lustrar, hace 35 años, Enma Castro no ha dejado ese ambiente de cepillos y latas de betún.
Se fugó con el lustrero Leonardo Fletes cuando ella vivía en Comayagua y este se la trajo a vivir a San Pedro Sula. “Comencé a lustrar, pero lo tomaba como un juego, sin pensar que de esto iba a vivir”, dice la primera mujer que se dedicó a este oficio en San Pedro Sula.
Ambos llegan muy temprano todos los días al centro, procedentes de la colonia Rivera Hernández. El alerón de los lustrabotas de la ciudad se ha convertido en su segunda casa desde que “se la robó” Fletes.
“A puro lustre hicimos la casita y les dimos educación a los cuatro hijos”, dijo Fletes. La pareja forma parte de la Asociación de Lustreros de Honduras ( Asolush) que funciona como una pequeña cooperativa.
Uno de los requisitos para ser miembro de la Asolush es no ingerir bebidas alcohólicas y pagar puntualmente la cuota.
Desde que su marido la llevó al parque para que lo viera lustrar, hace 35 años, Enma Castro no ha dejado ese ambiente de cepillos y latas de betún.
Se fugó con el lustrero Leonardo Fletes cuando ella vivía en Comayagua y este se la trajo a vivir a San Pedro Sula. “Comencé a lustrar, pero lo tomaba como un juego, sin pensar que de esto iba a vivir”, dice la primera mujer que se dedicó a este oficio en San Pedro Sula.
Ambos llegan muy temprano todos los días al centro, procedentes de la colonia Rivera Hernández. El alerón de los lustrabotas de la ciudad se ha convertido en su segunda casa desde que “se la robó” Fletes.
“A puro lustre hicimos la casita y les dimos educación a los cuatro hijos”, dijo Fletes. La pareja forma parte de la Asociación de Lustreros de Honduras ( Asolush) que funciona como una pequeña cooperativa.
Uno de los requisitos para ser miembro de la Asolush es no ingerir bebidas alcohólicas y pagar puntualmente la cuota.