San Pedro Sula, Honduras.
El escritor Víctor Manuel Ramos, Premio Nacional de Literatura 2018, demostró su amor a las letras desde temprana edad, bajo la influencia de su madre, Ernestina Rivera Girón, quien era maestra en Jesús de Otoro, Intibucá.
Se iba detrás de sus faldas cuando ella iba a impartir clases, por ello aprendió a leer a los seis años y tuvo que ser matriculado antes de tener la edad escolar.
Aunque nació en Camasca, Intibucá, sus estudios primarios los hizo en Jesús de Otoro y en La Esperanza en donde, además, se graduó como Maestro de Educación Primaria.
Muchas de las peripecias de su niñez están plasmadas en su libro Crónicas de viaje entre La Esperanza y la costa norte que ganó el premio europeo Hibueras en un concurso de crónicas realizado en Tegucigalpa.
En el trayecto de Jesús de Otoro hacia la costa norte le tocó a la familia hospedarse en Siguatepeque en una pensión de mala muerte, que tenía una cantina con rockola en su planta baja.
Víctor, quien tendría unos siete años, bajó a curiosear al escuchar la música ranchera a todo volumen. Cuenta que quedó fascinado con el sonido y las luces multicolores de aquel avance de la tecnología.
“Mamá se enteró que no estaba en la habitación y me buscó desesperadamente hasta que me encontró debajo de una mesa en la que departían unos borrachos que tomaban aguardiente y lanzaban, con frecuencia, escupitajos en el piso”.
Desde que cursaba estudios secundarios, el muchacho enviaba colaboraciones a los periódicos en Tegucigalpa en donde reproducían sus trabajos en la página cultural de diario El Día a cargo del poeta Oscar Acosta.
Siendo mentor de la escuela Esteban Guardiola de La Lima, tuvo la suerte de alternar con el profesor y literato, Ibrahím Gamero Idiaquez, quien era el director del centro educativo.
“Don Ibrahím iba todas las tardes al aula y me dejaba un libro, que después discutíamos”, recuerda Ramos.
Allí continuó dando rienda suelta a su pasión por la escritura al publicar sus primeros artículos sobre literatura y civismo, lo mismo que poesías de su inspiración, en el semanario El Heraldo, dirigido por el periodista Humberto Rivera y Morillo. Se sentía a gusto escribiendo e impartiendo clases, pero en su mente continuaba latente la idea de estudiar Medicina, así que empacó sus libros y sus anhelos y partió hacia la capital.
“Con lo que ahorré de mi sueldo de maestro me sostuve los dos primeros años de estudios en la Universidad Nacional Autónoma. Después obtuve una beca para terminarlos y obtener, posteriormente, la especialidad de anestesiología, reanimación y dolor, en La Habana, Cuba.”
Estudiaba todavía en la universidad cuando ganó su primer premio literario por un escrito sobre la guerra de Vietnam. La presea le fue entregada en la Habana, Cuba, en presencia de Fidel Castro.
De sus trabajos sobre peces surge el libro Acuario que ganó el Premio Bienal Zorzal de Oro de Literatura infantil y juvenil, patrocinado por el Centro Cultural Sampedrano.
Entre sus muchas obras hay cuentos para niños que fueron publicados en el diario El Heraldo de Tegucigalpa. Estos relatos fueron posteriormente reunidos en un libro titulado Monsieur Hérisson y otros cuentos.
El escritor Víctor Manuel Ramos, Premio Nacional de Literatura 2018, demostró su amor a las letras desde temprana edad, bajo la influencia de su madre, Ernestina Rivera Girón, quien era maestra en Jesús de Otoro, Intibucá.
Se iba detrás de sus faldas cuando ella iba a impartir clases, por ello aprendió a leer a los seis años y tuvo que ser matriculado antes de tener la edad escolar.
Aunque nació en Camasca, Intibucá, sus estudios primarios los hizo en Jesús de Otoro y en La Esperanza en donde, además, se graduó como Maestro de Educación Primaria.
Muchas de las peripecias de su niñez están plasmadas en su libro Crónicas de viaje entre La Esperanza y la costa norte que ganó el premio europeo Hibueras en un concurso de crónicas realizado en Tegucigalpa.
Se postuló para rector de la Universidad Nacional Autónoma. Fue Vicedecano de la Facultad de Ciencias Médicas.
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Víctor, quien tendría unos siete años, bajó a curiosear al escuchar la música ranchera a todo volumen. Cuenta que quedó fascinado con el sonido y las luces multicolores de aquel avance de la tecnología.
“Mamá se enteró que no estaba en la habitación y me buscó desesperadamente hasta que me encontró debajo de una mesa en la que departían unos borrachos que tomaban aguardiente y lanzaban, con frecuencia, escupitajos en el piso”.
Desde que cursaba estudios secundarios, el muchacho enviaba colaboraciones a los periódicos en Tegucigalpa en donde reproducían sus trabajos en la página cultural de diario El Día a cargo del poeta Oscar Acosta.
Produjo seis historias sobre El ratoncito gris.
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“Don Ibrahím iba todas las tardes al aula y me dejaba un libro, que después discutíamos”, recuerda Ramos.
Allí continuó dando rienda suelta a su pasión por la escritura al publicar sus primeros artículos sobre literatura y civismo, lo mismo que poesías de su inspiración, en el semanario El Heraldo, dirigido por el periodista Humberto Rivera y Morillo. Se sentía a gusto escribiendo e impartiendo clases, pero en su mente continuaba latente la idea de estudiar Medicina, así que empacó sus libros y sus anhelos y partió hacia la capital.
“Con lo que ahorré de mi sueldo de maestro me sostuve los dos primeros años de estudios en la Universidad Nacional Autónoma. Después obtuve una beca para terminarlos y obtener, posteriormente, la especialidad de anestesiología, reanimación y dolor, en La Habana, Cuba.”
Embajadores de Alemania, Francia, España y la Unión Europea junto a Víctor M. Ramos.
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De sus trabajos sobre peces surge el libro Acuario que ganó el Premio Bienal Zorzal de Oro de Literatura infantil y juvenil, patrocinado por el Centro Cultural Sampedrano.
Entre sus muchas obras hay cuentos para niños que fueron publicados en el diario El Heraldo de Tegucigalpa. Estos relatos fueron posteriormente reunidos en un libro titulado Monsieur Hérisson y otros cuentos.