San Pedro Sula, Honduras.
La política migratoria del presidente estadounidense, Donald Trump, tuvo un impacto en el envío de remesas a América Latina y el Caribe entre 2016 y 2017, debido a los temores de deportaciones masivas.
Las divisas enviadas por expatriados latinoamericanos y caribeños desde Estados Unidos creció un 8% en 2017, alcanzando $75,000 millones en 17 de esos países, reportó Diálogo Interamericano.
La organización con sede en Washington considera el aumento en las remesas “sustancial” y dice que es mayor al crecimiento previsto por otras multinacionales.
“El miedo a la deportación puede ser uno de ellos. Por ejemplo, las entrevistas con migrantes muestran temor hacia la postura y la retórica de la administración Trump”, expresa la institución.
Por consecuencia, eso lleva a gastar menos, a guardar sus ahorros con ellos en caso de que sean atrapados y deportados y a continuar sus patrones de envío o aumentarlos.
De 2015 a 2017, la cantidad promedio enviada por hondureños migrantes varió en casi 50 dólares, pasando de $238 (L5,593) a $281 (L6,603.5) el año pasado.
Además, los hondureños son los que realizan más transferencias de dinero sumando alrededor 18 remesas enviadas al año y reportando un crecimiento de cinco transacciones a las que hacían frecuentemente en 2016.
Mientras que en promedio los guatemaltecos hacen 15, los salvadoreños 14 y mexicanos y dominicanos 13.
Costo de vida
A principios del milenio, más del 75% de la migración centroamericana estaba en territorio estadounidense, proporción que sigue hasta la actualidad.
En 2017 la cantidad de migrantes de otros países de la región fue de 200,000 personas menos en comparación a principios de los 90.
En ese período, la población migrante pasó de uno a tres millones de personas, lo que ha provocado un endurecimiento de las medidas de parte del Gobierno de EEUU y sentidas en los países receptores de estas transferencias de dinero.
“Están enviando más dinero por dos cosas: primero la implementación de políticas migratorias fuertes en Estados Unidos, y el otro es que el costo de vida en Honduras ha incrementado, por lo que el inmigrante que apoya a la familia tiene que enviar más dinero”, dijo Ismael Zepeda, economista del Foro Social de Deuda Externa y Desarrollo de Honduras.
Para el consultor político Fernando Morales de la Cruz, las remesas son ingresos netos para los países sin aparente costo alguno, “excepto el costo humano de la separación de sus familiares, la fuga de cerebros y de mano de obra calificada”.
En el Triángulo Norte estas divisas suman cada año más de 15,000 millones de dólares y representan el 10.9% del PIB guatemalteco, el 18.0% de El Salvador y el 19.5% para la economía hondureña.
“A pesar de su gran importancia para las tres economías, no existe ningún plan en los tres países para aprovechar al máximo su existencia fomentando la calidad del gasto de estas, modelos de ahorro y crédito a tasas internacionales”, considera Morales de la Cruz.
Agrega que la falta de oportunidades estables de empleo, la escasez de oportunidades económicas para la clase media baja y pobres con baja escolaridad, y el déficit de oferta habitacional accesible son los retos del Trifinio.
La política migratoria del presidente estadounidense, Donald Trump, tuvo un impacto en el envío de remesas a América Latina y el Caribe entre 2016 y 2017, debido a los temores de deportaciones masivas.
Las divisas enviadas por expatriados latinoamericanos y caribeños desde Estados Unidos creció un 8% en 2017, alcanzando $75,000 millones en 17 de esos países, reportó Diálogo Interamericano.
La organización con sede en Washington considera el aumento en las remesas “sustancial” y dice que es mayor al crecimiento previsto por otras multinacionales.
“El miedo a la deportación puede ser uno de ellos. Por ejemplo, las entrevistas con migrantes muestran temor hacia la postura y la retórica de la administración Trump”, expresa la institución.
Por consecuencia, eso lleva a gastar menos, a guardar sus ahorros con ellos en caso de que sean atrapados y deportados y a continuar sus patrones de envío o aumentarlos.
De 2015 a 2017, la cantidad promedio enviada por hondureños migrantes varió en casi 50 dólares, pasando de $238 (L5,593) a $281 (L6,603.5) el año pasado.
Además, los hondureños son los que realizan más transferencias de dinero sumando alrededor 18 remesas enviadas al año y reportando un crecimiento de cinco transacciones a las que hacían frecuentemente en 2016.
Mientras que en promedio los guatemaltecos hacen 15, los salvadoreños 14 y mexicanos y dominicanos 13.
Costo de vida
A principios del milenio, más del 75% de la migración centroamericana estaba en territorio estadounidense, proporción que sigue hasta la actualidad.
En 2017 la cantidad de migrantes de otros países de la región fue de 200,000 personas menos en comparación a principios de los 90.
En ese período, la población migrante pasó de uno a tres millones de personas, lo que ha provocado un endurecimiento de las medidas de parte del Gobierno de EEUU y sentidas en los países receptores de estas transferencias de dinero.
“Están enviando más dinero por dos cosas: primero la implementación de políticas migratorias fuertes en Estados Unidos, y el otro es que el costo de vida en Honduras ha incrementado, por lo que el inmigrante que apoya a la familia tiene que enviar más dinero”, dijo Ismael Zepeda, economista del Foro Social de Deuda Externa y Desarrollo de Honduras.
Para el consultor político Fernando Morales de la Cruz, las remesas son ingresos netos para los países sin aparente costo alguno, “excepto el costo humano de la separación de sus familiares, la fuga de cerebros y de mano de obra calificada”.
En el Triángulo Norte estas divisas suman cada año más de 15,000 millones de dólares y representan el 10.9% del PIB guatemalteco, el 18.0% de El Salvador y el 19.5% para la economía hondureña.
“A pesar de su gran importancia para las tres economías, no existe ningún plan en los tres países para aprovechar al máximo su existencia fomentando la calidad del gasto de estas, modelos de ahorro y crédito a tasas internacionales”, considera Morales de la Cruz.
Agrega que la falta de oportunidades estables de empleo, la escasez de oportunidades económicas para la clase media baja y pobres con baja escolaridad, y el déficit de oferta habitacional accesible son los retos del Trifinio.