Así debes intervenir en una pelea entre hermanos

Hay familias en las que las peleas entre hermanos hacen sentir tan mal a los padres que terminan cediendo a ciertas cosas que, en principio, no querían hacer.

  • 30 oct 2020

SAN PEDRO SULA.

Gritos, empujones, enfados...¿Es normal que los hermanos se peleen? Según Elisa Molina, creadora de Educar en calma, es una pregunta que le hacen muchas veces. Explica que la rivalidad entre hermanos es normal, es algo biológico porque cuando somos hijos únicos contamos con los ojos y las atenciones de nuestros progenitores de forma que satisfacen nuestras necesidades todo el tiempo.

Sin embargo, la llegada de un hermanito hace que reciba menos atenciones y, dependiendo de la edad que tenga el hijo mayor, podrá echar en falta esa atención. ¿Y cómo suelen recibirla con más rapidez los niños? «Pues es más que habitual que miremos más a nuestros hijos cuando se comportan de una forma disruptiva o cuando se pelean o el pequeño comienza a llorar, por ejemplo», asegura esta experta.

Insiste en que la rivalidad es como un mecanismo para garantizar la supervivencia y cómo entiendan los padres esa rivalidad hará que los hijos generen más conflictos y se peleen. Por eso, hay hogares en los que las peleas entre hermanos son muy habituales y es algo que preocupa a las familias y crea mal ambiente en casa. «Dependiendo de la edad de nuestros hijos, las peleas pueden ser la única forma que tengan de defender lo que consideran o sienten que es suyo. Los menores de cinco años tienden a utilizar herramientas muy básicas para defender lo suyo y ahí entra morder, arañar, pegar, escupir… Este tipo de cosas que no nos gusta a los padres y que intentamos que no hagan».

¿Qué edades son las más conflictivas?
Los menores de cinco años, no es que sean más conflictivos, es que tienen menos recursos que pasen el filtro de lo racional. Ellos van puramente a lo más instintivo y emocional y ahí se defienden como pueden. Hay niños más tranquilos y niños más nerviosos; hay una cuestión de temperamento y otra de educación que es importante tener en cuenta. Los niños nos necesitan presentes, con ellos, supervisando qué está ocurriendo y observando cómo lo están gestionando. No siempre tienen herramientas y, a veces, un poquito de ayuda está bien.

Cuanto más mayores son, más estrategias aprenden. Hay familias en las que las peleas entre hermanos hacen sentir tan mal a los padres que terminan cediendo a ciertas cosas que, en principio, no querían hacer pero, para evitar que sigan discutiendo, ceden y luego se sienten mal.

Cada familia tiene una organización particular y hay que mirar a cada una para ver cómo podemos generar conexión entre los miembros. Debemos construir puentes entre ellos, que sientan que todos son importantes para nosotros, como realmente son.

¿Por qué unos son más peleones que otros?
El temperamento y carácter de cada hijo es diferente, igual que en los adultos. Cada persona es distinta y única, y eso es maravilloso. No pongamos etiquetas porque cuando desde muy pequeños, escuchan que ellos son “más nerviosos”, “más pegones”, “más contestones”, “más enfadicas”… lo que ocurre es que terminan creyendo que son así y creamos lo que hemos creído. Es importante que todos nuestros hijos sientan que son miembros de la familia únicos, que cada uno tiene su lugar y que todos son importantes en nuestro corazón.

¿Cómo deben mediar los padres en estas disputas?
Habitualmente actuamos como jueces o árbitros y es un papel agotador para los padres porque, sin querer, tenemos que compensar las veces que a uno le hemos dicho una cosa, las veces que ha tenido que ceder uno o el otro… y así no hay justicia real.

Si llegamos tarde y ya están peleando, tenemos que asumir que hemos llegado tarde y no deberíamos tomar partido. Cuando dos niños se pelean, hay dos niños que se sienten mal: uno porque ha pegado y otro porque le han pegado. Y los dos deben ver que no son formas eficaces y respetuosas de resolver las cosas. Podemos tener puntos de vista totalmente diferentes y el respeto es fundamental en los hogares.

En los menores de cinco añitos la supervisión y la presencia es fundamental. A partir de ahí, deberíamos poder ir alejándonos un poquito -aunque siempre atentos- y ver cómo lo gestionan. En casa, cuando en la habitación escuchamos que hay alguna voz, siempre les decimos algo así como “¿necesitáis ayuda o podéis resolverlo solos?”. Con esto lo que queremos es decirles que estamos ahí para ayudarles a buscar una solución y que confiamos en que ellos puedan hacerlo solos. La confianza en los niños es fundamental.

No siempre consiguen llegar a acuerdos y no pasa nada, quizá pueden dejar de jugar un rato juntos y luego volver a intentarlo. Lo más importante es que el límite del respeto al otro esté siempre presente. Y eso implica que debemos de tratar al otro con la dignidad y el respeto que merece.

Foto: La Prensa

En la medida en la que entramos en el juego de ser jueces, los niños dependen más de lo que diga mamá o papá, comienza a decir eso de «pues se lo digo a mamá», «me voy a chivar» y nosotros tenemos que tomar partido cuando realmente no sabemos qué ha pasado en muchas ocasiones ni de cuando viene ese conflicto —a veces el enfado es mucho anterior y ha explotado en ese instante—.

Los niños siempre miden las decisiones de los padres ante un conflicto, ¿hay que evitar ponerse de parte de uno de los hijos o esto es imposible?

Lo suyo es evitar mediar, salvo que la situación esté llegando a las manos —ahí deberíamos intervenir, parar y simplemente explicarles que nuestra función es garantizar que ambos estén bien y que en casa no permitimos que se utilice la violencia física o verbal—. Podemos darles alguna idea como alejarse unos minutos, beber un poco de agua o relajarse para buscar soluciones ante lo que está pasando. La idea siempre es que ambos se sientan vistos, no juzgados, tenidos en cuenta y alentados a buscar soluciones para que todos estemos bien. La idea de la cooperación tiene que estar siempre en las familias. La unión es importante y la conexión fundamental.

¿Qué puede causar una mala mediación de los padres?
Cada vez que nos pronunciamos tomamos partido por uno de nuestros hijos y, ¿cómo dejamos al otro?, ¿cómo puede sentirse? El error forma parte de la vida. Todos podemos hacer interpretaciones de la realidad que quizá no están ajustadas a ella y tomar decisiones equivocadas. Los niños tienen pocas experiencias de vida, están aprendiendo y es necesario que se sientan apoyados por los padres, intentando siempre que vean que no tienen que competir entre ellos porque cada uno será siempre único y especial para nosotros.

Hay familias que el conflicto lo llevan mal, no permiten discutir a sus hijos. El conflicto forma parte de las relaciones humanas. Es normal que cada uno opine una cosa o quiera algo en un momento determinado. Lo que tenemos que aprender como padres, y ellos como hijos, es que todos tenemos derechos, que todos queremos ser parte de la familia y todos tenemos nuestras razones para actuar de determinada manera. Tener un ambiente que permita expresar cómo nos sentimos, que nos escuchen realmente y validen nuestros sentimientos es importante porque permitirá un diálogo relajado, ver puntos de vista diferentes, trabajar la empatía y buscar soluciones.

Conozco familias en las que no se permitía discutir entre hermanos y cuando los padres han fallecido, ya mayores, los hijos no han vuelto a hablarse. Quizá no por el momento actual, sino por todas las vivencias que tenían de su infancia, de cómo se sentían en muchos momentos, poco aprobados, silenciados… No creo que ningún padre quiera esa relación para sus hijos cuando ya no esté aquí.

¿Cómo actuar cuando se tiene una familia numerosa?
Igual que cuando no somos numerosa, pero con más paciencia porque añadimos miembros a la familia con diferentes edades, ritmos, necesidades… y los pequeños necesitan aprender esas habilidades a través de nuestro ejemplo y presencia.

A veces las familias, cuando tenemos más hijos, podemos sentir que los mayores cuidan de los pequeños y ya les van enseñando… Y esto es así en parte. Los hijos mayores son hermanos, no padres. Pueden ayudar un poquito, echar un vistazo, entretener, pero nosotros somos los que tenemos que estar presentes y acompañar a esa nueva persona en el aprendizaje de estas habilidades y destrezas de vida.

Me parece importante también que las familias numerosas seamos conscientes de que el rol de nuestros hijos va cambiando en función del orden de nacimiento que tengan. Por ejemplo, el primogénito es el primero que llega y, en principio, el único que tiene atenciones. El segundo puede ser tratado como el pequeño y eso lo situará en una posición hasta que llegue el tercero, pasando a ser el mediano. En la psicología adleriana es algo que han estudiado mucho y ven que hay características que se repiten en función de la posición que tengamos.

¿Qué recomendaciones hay para los padres que pierden los nervios ante las peleas de sus hijos?
Fundamental poner unos límites claros de no violencia física ni verbal en nuestro hogar y, por supuesto, que seamos ejemplo. No podemos decirles que dejen de pelear gritando. Vamos a modelar con nuestro ejemplo. Y eso no significa tener un tono bajito. Podemos ser firmes hablando sin ser maleducados o teniendo faltas de respeto hacia ellos. Necesitamos tomar consciencia de la importancia que tiene lo que hacemos frente a lo que decimos. También es importante que dejemos las comparaciones entre ellos. Cada uno es como es, un ser único y maravilloso. Empecemos a ver a cada uno como un auténtico tesoro y pronto brillará. Y no etiquetemos porque no sirve más que para marcarlo. Las etiquetas mejor las dejamos para la ropa. Y, por último, pasar tiempo con ellos, de calidad, con presencia y atención, crear juegos en familia, disfrutar de la naturaleza, del deporte, busquemos momentos para conectar y que creen recuerdos bonitos de su infancia con sus hermanos. Paciencia, tiempo y calma, lo estas haciendo lo mejor que sabes.