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Michelle brilla con luz propia

  • 24 enero 2010 /

La fuerte personalidad de la primera dama de EUA, Michelle Obama, arrastra consigo las opiniones favorables de un 71 por ciento de los estadounidenses, por encima de su marido y sus predecesoras.

La fuerte personalidad de la primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama, arrastra consigo las opiniones favorables de un 71 por ciento de los estadounidenses, por encima de su marido y sus predecesoras, según una encuesta del Pew Research Center.

Los datos, recabados en noviembre pasado y publicados ayer, revelan que Michelle Obama ganó popularidad con respecto a enero de 2009, cuando llegó a la Casa Blanca, con un índice de aprobación que era del 68 por ciento.

El mandatario llegó a la Casa Blanca con un índice de aprobación del 79 por ciento, y diez meses después, en noviembre pasado, la aprobación era del 65 por ciento. Las últimas encuestas le atribuyen un índice de popularidad de en torno al 50 por ciento.

Arriba de Laura y Hillary
Desde el punto de vista político, el primer año de Barack Obama en la Casa Blanca no ha perdido mucho lustre, pero tampoco se ha sacado mucho partido del brillo de la “First Lady” y la “First Family”, que han aportado un estilo completamente nuevo a la Casa Blanca.

La ex primera dama Laura Bush, esposa del anterior presidente George W. Bush, fue un poco menos popular en su primer año en la Casa Blanca, al obtener en 2001 un 64 por ciento de opiniones favorables.

Menos popular fue, no obstante, Hillary Clinton en sus primeros pasos al lado de su marido Bill Clinton en la Presidencia, al obtener en 1993 un 60 por ciento de aprobación.

Michelle Obama ha sabido meterse en los corazones de gran parte de los estadounidenses.

En la mira
Mientras su esposo aún tiene que demostrar su “Yes, I can” con Guantánamo, Irak y el sistema sanitario público, ella evidenció sus brillantes capacidades profesionales, casi duplicaba el sueldo de su marido antes de entrar en el Despacho Oval.

La imagen de Michelle se mantiene imbatible pese a haber cometido el despropósito de abrazar afectuosamente a la reina Isabel II de Inglaterra en un acto oficial, haberse quejado del exiguo salario de primera dama o haber admitido en una entrevista periodística que su matrimonio tiene altibajos.

Sus portentosas caderas a golpe de hula-hop en los jardines de The White House, sus careos de glamur con “madame” Carla Bruni o el mantenimiento de su huerto ecológico demuestran que la prestigiosa ex abogada ha asumido una condición de consorte que se le queda minúscula.

No tendrá mano para elegir su estilismo ni voluntad de mantenerse a dieta, pero da en el blanco al silenciar su inteligencia por el bien de América. Acalla el arma que otrora noqueaba al adversario y evita poner en apuros al presidente de los Estados Unidos.

Aun cuando él aparezca esbelto y elegante con sus trajes hechos a medida, ella sigue acaparando miradas de admiración. Desde hace tiempo se ha convertido en un icono de la moda, pues su vestidos desaparecen de las tiendas. El “duelo de moda” con la glamurosa Carla Bruni-Sarkozy el pasado mes de abril quedó en tablas, según sentenciaron los expertos.

Pero Michelle no sólo compra su ropa a costosos diseñadores, sino también se viste con prendas de grandes cadenas, lo que “mujer media” estadounidense valora mucho.

No obstante, ante todo la “First Lady” es “la mamá jefe”, la madre que lleva las riendas. Protege la vida privada de sus hijas al igual que hizo Hillary Rodham Clinton con su hija Chelsea, pero de vez en cuando permite que la opinión pública vea a los niños. Como cuando Malia jugaba escondiéndose en el Despacho Oval, lo cual recordó mucho a los Kennedy.

Según apuntan algunos observadores, hay más detrás de todo ello: Transmiten armonía y felicidad personal.