17/04/2024
10:31 PM

'Mi yerno violó y embarazó a mi hija de 14 años”

Antonio aprovechó que su mujer (madre de un niño) se encontraba en la iglesia para abusar sexualmente de su cuñada. Ahora, ella es madre de un niño de un año.

San Pedro Sula, Honduras.

En esta segunda entrega de la serie #CuidemosNuestrasNiñas presentamos dos dramáticos relatos de dos de las más de 50,000 víctimas de abuso sexual, quienes comparten sus historias para ayudar a proteger a menores que hoy están expuestas a este terrible flagelo.

Durante mi niñez nunca permití que un varón se sentara a mi lado y me tocara, era excesivamente desconfiada. Jamás tuve una mala experiencia; sin embargo, mi mamá me enseñó y advirtió que las niñas no deben confiar en todos los hombres.

Ahora, cuando tengo 45 años, cargo un dolor demasiado intenso en mi corazón. A veces pienso insistentemente en que soy culpable porque, sabiendo desde niña que estas cosas pueden suceder, no logré evitar que una de mis dos hijas se convirtiera en víctima de una violación con consecuencias graves que no lograré ver.

Las madres no nos engañamos en estos casos. Desde que conocí a Antonio nunca me dio buena espina. Isabel, mi hija mayor, se enamoró de él y, como salió embarazada, decidió comenzar una vida en pareja. Con los meses, ella dio a luz un niño que ahora tiene cinco años.

Antes de que resultara embarazada le insistí a Isabel que Antonio no era el hombre ideal para ella. Eso se lo repetí una y otra vez. Todos los días le machacaba que él se iba todos los fines de semana a beber cervezas con los amigos y le insistía que tenía malos antecedentes con mujeres.

Antes de conocer a Isabel, Antonio estuvo preso. Un día, cuando solicitaba en Tránsito la licencia para manejar, la Policía lo detuvo porque había una orden de captura en su contra. Una mujer que él tuvo lo denunció por violencia. Según ella, estuvo a punto de matarla de una gran paliza que le dio cuando él andaba borracho.

Mucho antes, aproximadamente unos tres años atrás, Antonio había llegado deportado de Estados Unidos. Allá, la Policía lo detuvo por la misma conducta: golpeó a la mujer con la cual convivía. Lo mandaron para Honduras con cinco años de castigo, creo.

A pesar de que estuvo envuelto en esos líos nunca dejó de beber. Isabel tenía las esperanzas de que con un segundo hijo y asistiendo a la iglesia podría cambiar. Al principio acompañaba a mi hija. A los meses, él dijo que prefería quedarse en la casa porque llegaba cansado de trabajar. Ese hombre es tan degenerado que no tiene remedio.

La tragedia por la cual seguimos sufriendo comenzó el día que le dije sí a Isabel. Ella me llamó para pedirme a mi hija menor, Beatriz, que tenía 13 años. Me explicó que la necesitaba para que cuidara al niño y que prefería pagarle el colegio a ella y no darle un salario a una persona desconocida.

Beatriz aceptó la propuesta. Durante el día, mi niña le ayudaba a mi hija mayor en los quehaceres de la casa y por la noche estudiaba. Antonio, quien siempre decía que era su hija, se comprometió a pagar las mensualidades del colegio.

A pesar de que durante el primer año no tuvo problemas, yo siempre le decía a Beatriz que tuviera cuidado y mantuviera la distancia. La mala corazonada que tuve desde que conocí a Antonio me impulsaba a llamar a mi niña todas las semanas.

Hija, ese hombre es bolo y debes tener mucho cuidado, le dije un día.

No, no pasa nada. Si quisiera hacerme algo malo, yo lo sospecharía, me respondió.

Con el tiempo he llegado a la conclusión de que Antonio tenía una estrategia. Nunca despertó sospechas de pretender dañar a mi hija. Jamás él le puso una mano en el cuerpo. Al contrario, él me llamaba y me decía que me la estaba cuidando. él siempre le advertía que el día que ella se enamorara de un cipote me iba a contar.

Antonio le pasaba recordando que cuando terminara de estudiar la iba a casar con el hijo que él tiene en Estados Unidos. “Quiero que seas mi nuera”, le decía con una maligna alegría.

Todas esas cosas que Antonio decía eran mentiras. Eran parte de la estrategia perversa que tenía para que mi niña se confiara y cayera en la trampa que ya había preparado y que, al final, le funcionó efectivamente.

Una tarde, Isabel decidió ir a la iglesia y dejó confiadamente solos a Antonio con Beatriz y el niño. Ella, como no había visto malas intenciones en ese hombre, no imaginaba que él pudiera hacer algo contra su hermana menor. Lamentablemente, esa tarde aprovechó la soledad para desahogar su salvaje lujuria.

Mi niña, según me contó después, estaba en su cuarto tranquilamente, se acababa de bañar y se vestía para ir a las clases. Sorpresivamente, Antonio entró y de una sola vez cerró la puerta. Mi niña, que estaba por cumplir 15 años, se asustó al ver a ese hombre adentro.

—Vos creías que tus estudios te iban a salir gratis, tenés que pagarme, le dijo Antonio y se le tiró encima.

Beatriz, como es una muchacha flaquita, intentó darle patadas y pegarle con los puños, gritó y lloró, pero eso de nada sirvió. Antonio es un hombre grande, rudo, y con su fuerza la sometió. Después de haber abusado de mi hija se vistió y, antes de salir del cuarto, la amenazó. Le dijo que si abría la boca la iba a matar.

Él salió de la casa y se reunió con los amigos en un billar. Beatriz quedó encerrada llorando sin saber qué hacer, se bañó y se vistió. Esa noche, ella faltó a las clases.

Alrededor de las 7:00 pm, mi otra hija llegó y se sorprendió porque encontró a Beatriz en la calle. Ella no quería entrar a la casa.

—¿Qué te pasa?, ¿por qué no entras?, le preguntó a Beatriz.

—Me violaron cuando venía del colegio, le dijo llorando.

Para no asustarme, mis hijas no me contaron nada ese día, pero entre cielo y tierra no hay nada oculto. A las semanas comencé a ver cambios en el cuerpo de mi hija. Al principio pensé que era parte del desarrollo y después supe que la barriga que le estaba creciendo era un embarazo.

Cuando yo les pregunté, mis hijas me contaron la mitad de la verdad. Isabel me aseguró que una noche que regresaba de las clases un hombre desconocido la había agarrado en la calle y que, producto de esa violación, había quedado embarazada. El plan que ella tenía, me dijo en ese entonces, era dar a luz y entregarle la niña a una familia en adopción. Semanas después, la verdad salió a flote.

Un día, Antonio agarró una mochila y dejó la casa. Le dijo a mi hija Isabel que se iba para Estados Unidos porque allá ganaría más dinero y solamente de esa manera podría darle una mejor vida a su hijo. Desde entonces nunca más hemos sabido de él.

Cuando Antonio ya no estaba en la casa, mi hija Beatriz reveló la verdad. Relató que la había violado y que se había mantenido en silencio por temor a que la matara. Como madre busqué ayuda legal y presenté la denuncia ante las autoridades.

Mi hija, que aún no ha cumplido los 18 años, dio a luz un niño hace un año. Isabel y Beatriz viven en la misma casa y, como hermanas, tratan de tener una relación en paz. Psicológicamente, Beatriz está destruida. Ella se ha refugiado en la iglesia para olvidar ese hecho. En la familia, nosotros evitamos el tema para no causarle más daño.

Sin embargo, yo, como madre de mis dos hijas, siempre estoy pensando en esos dos niños. Ellos dos son hermanos y, al mismo tiempo, primos, ¿cuál es la explicación que le van a dar a esos niños cuando estén grandes?, ¿y cual será su reacción al saber que uno de ellos es fruto de una violación? Esas son algunas de las tantas preguntas que me hago casi todas las noches.

Xenia Aguilera, psiquiatra, subdirectora del hospital Santa Rosita

El abuso sexual en niños va más allá de las consecuencias que uno pudiera imaginar a nivel físico, psicológico o emocional, también abarca las repercusiones a corto o largo plazo tanto para la víctima, su familia y la sociedad. Aún más cuando éste tiene lugar a edades muy tempranas ya que el cerebro humano está en continuo desarrollo.

Algunas investigaciones han considerado que hay periodos críticos en el desarrollo del individuo en el cual las experiencias traumáticaspueden conllevar a cambios neurobiológicos permanentes o muy duraderos debido al daño producido a nivel estructural y funcional del cerebro. Estas secuelas pueden manifestarse en cualquier momento, afectando todas las áreas de la vida del individuo y llegar a perdurar toda su existencia.

El abuso sexual en etapas tempranas produce cambios cerebralesque pueden llegar a ser irreversibles; se han realizado investigaciones clínicas que muestran la existencia de regiones cerebralesque son sumamente vulnerables a situaciones traumáticas o de estrés. Estructuras como el Hipocampo, la Amígdala, el Cerebelo, la Corteza Cerebral, así como las funciones de los sistemas neuroendócrinos, serotoninérgicos, noradrenérgicos y opioides, son solo algunos ejemplos de estructuras afectadas considerablemente y que en algún momento se traducirá en alteraciones a nivel cognitivo, psicológico y/oconductual del individuo.

Dada la afectación en alguna de estas áreas cerebrales, existe la posibilidad o predisposición al abuso de sustancias, la promiscuidad,la dificultad para establecer relaciones interpersonales, alteraciones de la memoria y aprendizaje, trastornos mentales como la ansiedad, la depresión, el estrés postraumático, trastornos psicosomáticos, entre otros.

Cabe resaltar que no todas las victimas sufrirán estas consecuencias ya que existen factores protectores propios de cada individuo, los cuales serán modificados por la genética, la edad, la inteligencia, madurez y su propia capacidad de adaptación (resiliencia). Así mismo el apoyo familiar, social, psicológico incluso espiritual, serán la clave para evitar las secuelas o al menos atenuar la gravedad de las mismas.

Menores convertidas en madres
Aproximadamente, unas 1,612 niñas de entre 12 y 14 años dieron a luz entre 2017 y 2018 en diferentes departamentos de Honduras, conforme a cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

Este grupo de niñas, según un censo de 2018, alumbraron a igual número de bebés.

Sin embargo, de acuerdo con las cifras de INE, de esos 1,612 bebés, en 2018 había 1,486 con vida; es decir, en el transcurso de un año fallecieron 126.

Actualmente, en Honduras, además de ese conjunto de menores de 14 años, hay 71,717 menores de entre los 15 y 19 años que son madres de un niño.

En este segmento demográfico hay 184 jóvenes con 4 hijos. Estas resultaron embarazadas la primera vez cuando tenían 13 años de edad, hace seis años..