¿Hemos abandonado el ciclo, o el cambio es más estructural? Desde 1998, los bienes básicos han estado en un mercado alcista, el llamado superciclo en que la creciente demanda por materias primas eclipsa la oferta, impulsando mlos precios a máximos anormales.
Sin embargo, últimamente los bienes básicos van cuesta abajo. En la última proyección de ganancias de Morgan Stanley, la directora general de finanzas, Ruth Porat, caracterizó
esta debilidad como cíclica, en vez de estructural. Sin embargo, al parecer se está produciendo un cambio más fundamental.
Dos cosas apuntalaron el alza en los bienes básicos industriales. Primero, los bajos precios desalentaron la inversiones en nuevos campos petroleros y yacimientos mineros durante
la mayor parte de los años 80 y 90. Segundo, la demanda en los mercados emergentes, sobre todo China, aumentó. Ninguno de estos factores se mantendrá igual que en el pasado
durante esta década.
Los altos precios han fomentado la inversión en nueva oferta. El ejemplo más obvio es el repunte de la producción petrolera y gasífera en Estados Unidos. La consultora IHS
Herold proyecta que el gasto global en estos recursos ascenderá a casi US$700.000 millones este año, casi cuatro veces en nivel de hace 10 años.
Algo similar está sucediendo con los metales y minerales industriales. Caterpillar acaba de rebajar sus estimaciones, citando una débil demanda por equipos para la minería. La
capacidad sobrante ha frenado al aluminio durante años y también ha comenzado a golpear al mineral de hierro.
Ahora el cobre está comenzando a sentir los efectos. Barclays estima que la oferta mundial de cobre superó el consumo el año pasado y que lo seguirá haciendo al menos hasta
2014, lo que revierte los déficit de 2010 y 2011. Los inventarios de cobre se están acumulando, y es destacable que ahora J.P. Morgan Chase y otros quieran lanzar fondos que
cotizan en bolsa respaldados por el cobre, una forma de obtener ganancias de la acumulación de metal inactivo. Justo cuando la oferta se acelera, el crecimiento de la demanda disminuye.
Una débil expansión económica y una mayor eficiencia en el consumo de combustibles, sobre todo en Estados Unidos, han llevado a la Agencia Internacional de Energía a proyectar que la demanda de petróleo de las economías desarrolladas será menor en 2017 que en 1997. Para los alcistas del petróleo, China podría el factor que compensa.
En la década que finalizó en 2007, este país representó el 29% del crecimiento de la demanda de petróleo.
Los otros dos centros de expansión para la demanda son la ex Unión Soviética y el Medio Oriente. Hacia 2017, la AIE vaticina que su demanda combinada subirá con mayor rapidez que la de China. Sin embargo,las economías de estas dos regiones están fuertemente vinculadas a las exportaciones de energía, por lo que las estimaciones para su consumo de hidrocarburos subirán y caerán en línea con los vaivenes en China.
Es poco probable que, durante esta década, el consumo de petróleo en China vuelva a subir como lo hizo en los últimos 10 años, cuando casi se duplicó. En aquel periodo, China consumió entre uno y 1,5 barriles de petróleo por US$1.000 de producto interno bruto, según Raymond James. Hacia 2012, el consumo cayó a menos de un barril.
El crecimiento del PIB chino se ha ralentizado porque los mercados para las exportaciones, sobre todo Europa, se han debilitado. Asimismo, Beijing busca alejar su economía de las inversiones en activos fijos, que en la actualidad representan la mitad del PIB, hacia el consumo, que corresponde a casi un tercio. Este cambio supondrá una limitación fundamental para el crecimiento.
La demanda de metales podría correr una suerte incluso peor bajo este escenario, considerando su estrecha relación con el auge de la construcción en China. Por ejemplo, entre 2005 y 2010, el país representó el 150% del crecimiento de la demanda global de cobre, lo que refleja declives en otros países. Para el periodo comprendido entre 2010 y 2014, Barclays estima que la dependencia seguirá alta, con China dando cuenta del 99% del crecimiento neto.
El factor impredecible es un posible “aterrizaje forzoso” chino. Longview Economics destaca un creciente apalancamiento, al estimar que en la actualidad el sector privado de China necesita pedir prestados US$3 para generar US$1 de PIB extra, más de 2,5 veces el nivel previo a la crisis financiera. El riesgo de que estalle una burbuja de crédito -y que el crecimiento chino se estanque-
es claro.
Junto con enfrentar un ambiente más difícil esta década, los inversionistas de bienes básicos también deben asumir otra dura verdad: La década pasada no fue tan exitosa.
Los índices que miden fondos como el S&P GSCI son la forma más fácil de comprar una canasta de materias primas, a menudo bajo la forma de contratos de futuros. El problema es que, a diferencia de las acciones, los bienes básicos no rindennada. En efecto, el proceso de vender contratos a futuros próximos a vencer y comprar otros nuevos, con el fin de mantener posiciones, puede imponer costos sustanciales.
El retorno total del S&P 500 ha superado el de los tres grandes índices de bienes básicos -el GSCI, el Thomson Reuters/Jefferies CRB y el Dow Jones-UBS- en periodos de uno, dos y cinco años.
Todavía se puede ganar dinero con los bienes básicos. Pero esto requerirá una activa gestión, conocimiento del mercado y sentido de la oportunidad.
Esto está más cerca de las competencias de operadores especializados que de la inversión basada en la compra y tenencia de índices, que prevaleció durante la última década. La era dorada de bienes básicos de esta generación ha terminado.