17/04/2024
04:37 PM

Cuentos

Rodolfo era un hombre ambicioso que mató a Nohemy García la mudita del pueblo por robarle en su almacén.

    Nohemy García nació muda, era muy inteligente, desde niña mostró grandes habilidades. En ese tiempo no había escuela para mudos y ella asistió a la escuela normal, aprendió a leer muy bien y en matemáticas nadie le ganaba.

    Cuando cumplió 16 años murió doña Sara su madre, dejándola como heredera de una hermosa casa y de un negocio de pulpería. Los vecinos cuando mandaban a sus hijos a comprar les decían.

    Vayan a la pulpería de la mudita que ella da más barato. Todos en el pueblo querían a la mudita, quien a pesar de ser una muchacha sola supo escoger a dos personas para que le hicieran compaña, ellas eran sus primas Rebeca y María.

    María era una joven de 15 años de edad.

    Al pasar el tiempo las tres mujeres lograron hacer de la pulpería un gran almacén donde había de todo, doña Nohemy, la mudita, llegó a sus 78 años de edad y comenzó a sentir los achaques propios del paso del tiempo, María se había convertido en una mujer muy atractiva que llamaba la atención de los hombres, entre ellos la de Arnulfo, hijo de familia adinerada pero un completo holgazán, pasaba la vida metido en los expendios de aguardiente y en los billares de la localidad, el hombre se había enamorado de María y con frecuencia llegaba al almacén.

    –Ya sabe María que el día menos pensado me la voy a robar, ya es una mujer que va para la madurez y necesita quien la ame, quien la vuelva loca... –

    No friegue usted Arnulfo, el loco es usted... vaya a trabajar, haga algo por su vida. –Así se la pasaba Arnulfo visitando de vez en cuando a María, diciéndole cosas para ver si lograba que ella le correspondiera.

    Pero sucedió que llegó al pueblo un hombre llamado Rodolfo, que desde que llegó fue otro de los que puso sus ojos en María.

    Poco a poco fue conquistando el corazón de aquella mujer y a escondidas tuvieron la primera cita.

    –Realmente no sé que estoy haciendo yo aquí platicando en esta esquina, –es el amor –dijo Rodolfo–, solo quería verla para decirle lo mucho que la quiero y que se vaya alistando porque me la voy a llevar lejos de aquí, he averiguado que usted solo ha tenido dos novios y que un borracho y jugador anda enamorándola, eso me tiene sin cuidado, usted va a ser mía, solo mía.

    -Ante aquellas palabras la mujer se estremeció y sintió algo muy extraño que la hizo presentir algo malo, luego pensó que eran tonterías las que llegaban a su mente.

    Se despidió de Rodolfo con un apasionado beso y luego regresó al almacén donde la esperaba doña Nohemy, la llamó aparte y con señas le dijo que no volviera a verse con ese hombre, que sin conocerlo sabía que era muy malo, le hizo prometer que jamás volvería a reunirse con él.

    Lo que no sabía María es que Rodolfo no la amaba sino que estaba planeando robar en el almacén de la mudita, contaba con la complicidad de dos hombres que nadie conocía en el pueblo, fue así que a escondidas de doña Nohemy, María continuó viéndose con Rodolfo hasta que él llegaría a verse con ella en su propia casa para evitarse problemas.

    Aquella noche Rodolfo abrió la puerta con mucha precaución, dejándola abierta para que entraran sus cómplices, María que lo esperaba con ansiedad le salió al paso y tomándolo de una mano lo hizo pasar a un pasillo en el interior del almacén.

    Repentinamente tuvieron frente a frente a la señora muda que los miraba fijamente, no pudiendo soportar la mirada de la señora Rodolfo golpeó a María con la cacha de la pistola que llevaba dejándola desmayada, luego disparó a quemarropa sobre el cuerpo de doña Nohemy matándole en el acto.

    Los tres hombres saquearon el almacén, se robaron el dinero y joyas que encontraron en los cuartos y luego se fueron del pueblo montados en sus caballos.

    Cuando María despertó de su desmayo vio a la señora Nohemy muerta, afortunadamente la otra mujer llamada Rebeca andaba fuera del pueblo cuando todo sucedió repentinamente. María lloró y lloró echándose la culpa ante los engaños de Rodolfo, la policía poco pudo hacer para esclarecer el crimen, nunca se supo del paradero de los delincuentes.

    Para ese tiempo Arnulfo había corregido su vida, ya no era cliente de los expendios de aguardientes ni de los billares, se dedicaba a vender ganado que era del rancho de su padre y poco a poco se fue ganando el cariño de María que seguía al frente del almacén que fuera de la desafortunada mudita. Un día del mes de noviembre Arnulfo regresaba de dejar un hato de ganado en compañía de cinco de sus peones, como les agarraba la noche decidieron pasarla en un pueblo cercano, cuando todos se habían acomodado en un pequeño hotel decidieron dar una vuelta por el pequeño pueblo, fue entonces que escucharon los pavorosos gritos de un hombre.

    -Escuche patrón -dijo uno de los peones-, parece que están torturando a un hombre en esa casa –sí lo escuché –dijo Arnulfo–, porque no vamos a curiosear, más parece que es alguien que grita por dolor. –

    Los hombres se acercaron a la casa, se asomaron por una ventana y allí frente a ellos vieron al asesino de doña Nohemy, lo tenían amarrado a una silla, los hombres quedaron temblando cuando Rodolfo, el que estaba atado a la silla, gritaba: –¡Noooo! ¡Noooooo! ¡No dejen que esa muda me siga mirando, ya mató a mis amigos, me quiere matar a mí! ¡Quítenme los ojos de esa muda! –Arnulfo y sus peones fueron testigos de un terrible castigo sobrenatural que atormentaba diariamente al asesino de doña Nohemy.

    Al día siguiente regresaron a su lugar de origen y contaron lo sucedido. Las autoridades procedieron a capturar al asesino y aún en la cárcel seguía repitiendo: –¡Quítenme los ojos de esa muda!

    Ese fue el castigo que recibió desde el más allá..