25/04/2024
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Cuentos y Leyendas de Honduras: El niño del Guanacaste

Cuanta la historia que los novios que llegaban por las tardes o por las noches al árbol de Guanacaste sienten una presencia sobrenatural.

    Máxima Cruz llegó a la capital de Honduras en busca de mejores horizontes, era una mujer joven originaria de una pequeña aldea del departamento de El Paraíso, se hospedó en la casa de la señora Mirtala Cruz, hermana de su mamá. Con el correr de los días consiguió trabajo como dependienta en una tienda y poco a poco se fue ambientando en la ciudad.

    Al tiempo conoció a Rubén Salgado -un joven que trabajaba en la zapatería del papá-, un día que andaba buscando quién le pusiera suela a un par de zapatos; fue amor a primera vista.

    El zapatero era un muchacho guapo, musculoso que llamaba la atención de cualquier mujer, sin embargo él estaba enamorado de Chimina.

    No se casaron, pero comenzaron a hacer vida de pareja, se fueron a vivir al barrio Guanacaste, nombre con el que fue bautizado el lugar a través del tiempo debido a un gran árbol de guanacaste que crecía varios metros antes de llegar al río Chiquito.

    De aquella hermosa relación nació un niño al que pusieron por nombre René, quien fue creciendo bajo la tutela de sus padres rodeado del cariño de sus abuelos y demás familiares.

    La fiesta de los siete años fue algo inolvidable, Rubén tiró la casa por la ventana, ya era dueño de su propia zapatería, y Chimina se dedicaba a hacer comidas exquisitas que eran apetecidas por los vecinos del Guanacaste.

    Dicen que el diablo jamás duerme y de vez en cuando manda a sus agentes a cumplir trabajos de muerte. Rubén recibió la visita de una hermosa mujer que le llevó varios pares de zapatos para que se los reparara, en cuestión de segundos la presencia de la joven causó una gran impresión en el zapatero, que sin perder el tiempo comenzó a cortejarla. –Es la primera vez que viene una mujer tan bella a esta zapatería, ¿se puede saber donde vive? –La mujer sonrió y respondió–: A tres cuadras de aquí, en una casa de esquina de color amarillo, lo espero cuando quiera ir.

    –Dos días después Rubén se acostaba con la mujer de la casa de esquina, ella se llamaba Ester.

    –Estercita, yo no sé porqué te conocí, pero ya ves, soy casado y tengo un niño de siete años –eso a mi no me importa –dijo la mujer–, el único que me importa sos vos, ya vas a ver que esa mujer se calla y no te dice nada, ya podrá vernos y agachar la cabeza, nadie se va a interponer entre nosotros.

    –La gente de los pueblos comenta que cuando un hombre cae en poder de una mujer que hace uso de brujerías queda amarrado y no tiene ojos para otras mujeres, eso le sucedió a Rubén. Chimina miraba cómo su esposo había cambiado, no era el hombre cariñoso que se preocupaba por su hogar, a veces había qué comer y otras no, ya no le ponía atención a su hijo, los vecinos le contaban a ella que Rubén tenía una amante a tres cuadras de su casa, solo se encogía de hombros y respondía: –Ya se le va a pasar la brama con esa mujer. –Pasó un año, el niño cumplió sus ocho sin pena ni gloria, el papá olvidó hasta la fecha, se había vuelto violento y amargado con su esposa y su hijo, ella tenía miedo de pedirle hasta las cosas de la cocina, cansada de tanto sufrir se iba con su hijo al pie del árbol de guanacaste a llorar sus penas. Una mañana Rubén amaneció de malas pulgas porque se había peleado con la otra mujer, inesperadamente agarró a Chimina a golpes delante de su hijo, luego dio un portazo y se fue de la casa.

    Y aconteció lo peor en el corazón de la sufrida mujer, nublados sus pensamientos agarró a su hijo y lo llevó al pie del Guanacaste, sin pensarlo dos veces le asestó un terrible golpe en la cabeza con una pala que llevaba y lo mató, luego hizo una fosa al pie del árbol y ahí lo enterró, después se fue a una poza que existía en ese tiempo en el río Chiquito, se metió al agua y no volvió a salir.

    Al siguiente día encontraron el cuerpo flotando en el agua pero del niño no se supo nada. Rubén quedó como loco, tarde se dio cuenta de su tremendo error.

    Ester, la amante se encargó de lavarle el cerebro e hizo uso de su brujería para que Rubén no sintiera nada por sus seres queridos. El reloj marcaba las dos de la mañana cuando Ester se vio flotando en el aire, –¡Qué es esto! –una voz del más allá le respondió: –destruiste mi matrimonio, por vos asesiné a mi propio hijo, hoy te tocará pagar maldita. –Acto seguido la cabeza de la mujer se estrelló contra la pared quedando despedazada completamente.

    El hombre al despertar enloqueció más de lo que estaba y salió corriendo, nunca más se supo del paradero de Rubén hasta que sus restos fueron encontrados en la Montañita despedazado por las aves de rapiña.

    Los novios que llegaban por las tardes o por las noches al árbol de Guanacaste sentían una presencia sobrenatural y terminaban por abandonar el lugar precipitadamente.

    Por las noches se escuchaban los gritos aterradores de un niño que decía: -¡No me matés mamá... no me matés! –Fue necesario llevar a un sacerdote de la Iglesia La Merced para bendecir aquel lugar y a rezar por el alma del niño que por las noches causaba pavor a los vecinos del Guanacaste.

    Cuentan que durante ocho años el espíritu atormentado del niño se lamentaba en horas de la noche, hasta que el sacerdote de la Merced, de nacionalidad española, celebró una misa al pie del árbol.