19/04/2024
12:32 AM

La niña de la Santa Muerte

Juanita Morales regresó de la ciudad de México impresionada porque fue testigo del culto que se le rinde a un esqueleto.

    En el mes de junio del pasado año dos mil doce, Juanita Morales regresó de la ciudad de México impresionada porque fue testigo del culto que se le rinde a un esqueleto, vestido de mujer, a la que llaman Santa Muerte, y muchas cosas más.

    La más interesada en conocer de esas cosas tétricas fue la hija de Juanita, una niña de 16 años llamada Roberta; le pidió a la mamá todas las cosas que había traído de recuerdo, incluyendo una oración que se le rezaba al esqueleto, ella lo tomó como un juego. Utilizando su celular se metió la niña a Internet, donde se pudo contactar con algunos adoradores de la mujer esqueleto.

    Fue conociendo poco a poco que narcotraficantes, mareros y delincuentes de toda clase estaban bajo la protección de “La Santa” así como gente particular, abogados, enfermeras, había supuestos testimonios en la red como el siguiente: “Yo fui perseguido por la policía en la frontera México Estados Unidos cuando llegaba un cargamento de coca, me hicieron varios balazos, dos de los cuales me pegaron en la pierna izquierda, le pedí de corazón a la Santa Muerte que me protegiera.

    El milagro fue rápido, los policías pasaron cerca del lugar donde me escondí en unos matorrales y a pesar de que andaban perros no me encontraron”.

    Así como ese testimonio de un traficante, Roberta encontró otros que aseguraban que los llamaba, que los visitaba en su hogar, que se les aparecía cuando la necesitaban y que les curaba de enfermedades.

    Doña Juanita viajaba constantemente a México en vías de negocios, allá compraba artículos que luego revendía en Honduras, de manera que su hija quedaba sola y contaba con la presencia del padre en horas de la noche, ya que él trabajaba en el mercado desde tempranas horas del día atendiendo un puesto de ventas.

    Roberta se dejó llevar por lo desconocido y con una foto que su mamá había llevado de la Santa Muerte hizo un pequeño altar en su habitación.

    Ella tenía un novio en secreto, se trataba de un joven que pertenecía a una mara, durante el día él llegaba a verla, no entraba por la puerta principal sino que escalaba un muro para verla.

    Una noche la joven se arrodilló ante la estampa de la Santa Muerte y dijo: “Oh divina Santa Muerte, protege a Orlando para que no lo vayan a matar en la calle, él me ha prometido que se va a salir de la mara, protégelo Santita, no dejes que lo maten”.

    Doña Julia regresó de México en los primeros días del mes de Julio; registrando la habitación de su hija se encontró con el pequeño altar. Inmediatamente llamó a la niña.

    –¿Qué es esto Roberta? –La puse ahí para que me proteja mamá... qué sabemos... –La señora sonrió. –Bueno, yo sé que lo has tomado como un juego, luego la vas a quitar de ahí, ¿de acuerdo? –De acuerdo –dijo Roberta–, la voy a dejar ahí solo unos días–.

    Doña Juanita siguió con sus negocios y anunció que en los últimos días de junio iría por primera vez a Panamá para probar suerte.

    Dos días después de la partida de la señora hacia Panamá, Orlando el marero se metió por el muro para estar con su novia. –Ando preocupado –le dijo–, de la otra mara descubrieron que me metí en su territorio a vender marihuana y me tienen sentenciado, así que voy a desaparecer por unos días hasta que pase el peligro–.

    Roberta le explicó lo de la Santa Muerte y que pediría por su protección pero él se rio. –¿Y vos crees en esas babosadas?, son cosas de los mexicanos, son puras creencias... un esqueleto no te puede proteger jajajajaja–.

    Una semana más tarde, aproximadamente a las diez de la mañana, mientras Roberta aseaba su casa le pareció escuchar un silbido en su habitación, curiosa y con la escoba en la mano caminó unos pasos... y de nuevo el silbido. Quedó paralizada cuando le pareció ver el rostro de su novio riéndose de la muerte, no pudo soportar y cayó desmayada, cuando se recuperó aún estaba sola, vio hacia la imagen de la Santa Muerte y escuchó una voz tenebrosa, hueca, profunda... –Antes de que termine el día voy a venir por vos, tu novio está conmigo–. Roberta, como pudo, salió corriendo de su casa, fue donde unos vecinos sin contar lo sucedido, únicamente dijo: –Me pareció que un ladrón se quería meter a mi casa–.

    Cuando el papá de Roberta regresó, ella corrió a encontrarlo sin darle a conocer nada de lo sucedido, entraron juntos y ella de inmediato quitó la estampa de la Santa Muerte y la quemó en el fogón, luego se puso a escribir en un cuaderno lo que había sucedido y mediante una llamada telefónica se enteró que Orlando, su novio, había sido asesinado por unos pandilleros.

    En el lugar donde había estado el altar de la muerte colocó una cruz de madera que su madre había traído de Esquipulas y se puso a rezar, al acostarse sintió que alguien se acostaba con ella y al extender su mano... tocó los huesos de la muerte.