Colombia.
Cincuenta años de aniversario cumplió ayer una de las obras más emblemáticas del realismo mágico latinoamericano: Cien años de soledad, del gran escritor colombiano Gabriel García Márquez.
El 30 de mayo de 1967 se dio a conocer la primera edición del libro con ocho mil ejemplares. Se vendieron en apenas 15 días, tras lo cual vendría una vertiginosa ruta de reimpresiones y traducciones.
Contaba García Márquez que la idea de escribirlo le llegó mientras iba en auto con su familia, cuando se sintió “fulminado por un cataclismo del alma”.
Cincuenta años de aniversario cumplió ayer una de las obras más emblemáticas del realismo mágico latinoamericano: Cien años de soledad, del gran escritor colombiano Gabriel García Márquez.
El 30 de mayo de 1967 se dio a conocer la primera edición del libro con ocho mil ejemplares. Se vendieron en apenas 15 días, tras lo cual vendría una vertiginosa ruta de reimpresiones y traducciones.
Contaba García Márquez que la idea de escribirlo le llegó mientras iba en auto con su familia, cuando se sintió “fulminado por un cataclismo del alma”.
Grandiosa
Cien años de soledad es una novela muy influyente para varias generaciones de escritores.
El autor, llamado de cariño “Gabo”, empleó 18 meses de su vida para escribir el libro.
García Márquez contó en varias ocasiones las penurias que tuvo que pasar ese año y medio de escritura. Afincado mentalmente en su Macondo (pueblo ficticio de la novela), el autor tuvo que sobrevivir de las donaciones de sus amigos, quienes lo alentaban a culminar el relato los Buendía.
Cien años de soledad es una novela clave en dos aspectos: en el que implica su exitosa aparición dentro del panorama de la literatura contemporánea, y en el que fundamenta el advenimiento de Macondo y la saga centenaria de los Buendía como ámbito de leyenda de referencia ineludible para compulsar la fascinante materia de los mundos novelescos.
Este ya clásico relato combina cada uno de los elementos que lo componen para revelar una dimensión estremecedora del tiempo en que los acontecimientos ocurren y del tiempo en que se narran. Ambos convergen en la plenitud sabia de este relato que avanza y retrocede de acuerdo con precisas y preciosas pautas narrativas, creando una correspondencia gozosa entre el acto de inventar y escribir, y el acto de leer e imaginar una historia, una novela, una renovada y admirable mitología.
