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Cozumel, un regalo submarino

  • 19 marzo 2016 /

El principal espectáculo de Cozumel está en las profundidades del océano

Cozumel, Quintana Roo.

Aunque el nombre de esta isla significa en maya “Tierra de golondrinas”, su encanto no reside en sus atardeceres embellecidos por el vuelo de cientos de estas aves. Su principal espectáculo está en las profundidades del océano.

Parado sobre la arena blanca, se descubrirá que el mar turquesa sirve como papel que envuelve un regalo: existe una biodiversidad multicolor que habita en torno a los arrecifes de coral, que forman parte del Sistema Arrecifal Mesoamericano y que se extiende hasta Belice, Guatemala y Honduras.

Los arrecifes cobraron notoriedad cuando el oceanógrafo francés Jacques Cousteau visitó la isla, en 1961, y la catalogó como uno de los mejores sitios para bucear. Desde entonces, es ineludible para amantes de este deporte y para quienes hacen esnórquel; la Administración Portuaria Integral de Quintana Roo reveló que, desde 2012, Cozumel recibe un promedio de 6 millones de visitantes anuales.

Foto: La Prensa


Estrellas y corales
Playa Palancar, ubicada en el kilómetro 19.5 de la Carretera Costera Sur, es el principal punto de partida para hacer esnórquel en el arrecife del mismo nombre, así como en el arrecife Colombia y también para visitar El Cielo, un banco de arena plagado de estrellas de mar.

Luego de 20 minutos en dirección al sur, a bordo de una pequeña embarcación de nombre Nazareno, se llega a El Cielo, situado aproximadamente a 4 kilómetros al sur de Palancar y a solo 800 metros de la costa. Equipado con aletas, visor y esnórquel (el chaleco es opcional), es posible ver, a solo dos metros de profundidad, estrellas de mar amarillas, rojas y cafés.

Aunque bien se pueden alcanzar, es importante saber que está prohibido tocarlas. Así que hay que conformarse con mirarlas y capturarlas con una cámara subacuática. Para llegar al arrecife Colombia, hay que subir nuevamente al Nazareno y navegar de regreso 10 minutos.

Otra vez en el agua, la primera imagen de los corales resulta imponente: una extensa y profunda formación orbitada por peces de todo tipo que se acercan sin miedo alguno.

Se antoja poner a prueba la capacidad pulmonar para descender unos metros y contemplar aún más cerca la fauna. Por momentos, cuando se mira el azul profundo, es posible sentir una sensación de vértigo.

Foto: La Prensa


Cada metro recorrido nutre la memoria de imágenes: meros (grandes y negros), damiselas (tienen rayas negras y el lomo amarillo), cirujanos (son angostos, grandes y azules) y ángeles (negros y con puntos amarillos). Con suerte, hasta se pueden ver tortugas carey, barracudas y caballitos de mar.

Nadando a favor de la corriente se llega al arrecife Palancar, después de 40 minutos aproximadamente, pero el esfuerzo físico ni siquiera se padece. El paisaje submarino mantiene ocupada la mente.

Este arrecife tiene una profundidad promedio de entre 10 y 30 metros, la corriente es menos fuerte y en su fauna sobresalen coloridas esponjas y peces tropicales. Al poner pie en tierra firme, luego de hora y media en el agua, no es extraño sentir nostalgia por la belleza de ese mundo subacuático.