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Belice, en tiempo maya

  • 07 septiembre 2015 /

Altún Ha muestra su mejor ángulo: dos extensas plazas custodiadas por otras pirámides hasta con mil 500 años de antigüedad.

Ciudad de Belice.

Desde la cima del Templo de los Altares de Mampostería, a 16 metros de altura, Altún Ha muestra su mejor ángulo: dos extensas plazas custodiadas por otras pirámides hasta con mil 500 años de antigüedad, todo rodeado de un exuberante bosque tropical.

Foto: La Prensa


En la ciudad de las 'piedras de agua', significado de su nombre en maya, vivieron varios miles de personas durante su época de esplendor, actualmente sólo llegan unas cuantas decenas de viajeros diariamente.

Aunque no es la más importante, esta zona arqueológica se ha convertido en una de las más atractivas, en parte por su cercanía a la Ciudad de Belice, a 50 kilómetros al norte, 45 minutos en autobús.

Hay otras más destacadas: Lamanai, en el distrito de Orange Walk, es la más conocida de Belice; Caracol, en Cayo, presume la estructura más alta y Cerros, en Corozal, es la más próxima a la frontera con México.

Altún
Ha consiguió fama internacional en 1968, cuando el inglés David Pendergast, quien comandaba un equipo de arqueólogos del Museo Real de Ontario, encontró 800 piezas de jade, entre ellas la más grande que se conozca de la cultura maya: la cabeza del dios Sol, Kinich Ahau, con un peso de casi cuatro kilos y medio.

La figura se halló en la tumba de un sacerdote real, dentro del Templo de los Altares de Mampostería y está exhibida en el Museo de Sitio, que se construyó especialmente para ese propósito.

Está considerada uno de los tesoros nacionales de Belice y recreada en la moneda de un dólar beliceño.
'Altún Ha fue una ciudad muy próspera, era un centro ceremonial y comercial muy importante debido debido a su ubicación, a sólo siete kilómetros del mar, sobre la principal ruta que llevaba al norte a través de la península de Yucatán', explica el guía a los visitantes provenientes en su mayoría de provenientes de Estados Unidos.

Foto: La Prensa


Ya no hay más que escuchar, es momento de hacer lo que más se disfrutar en este lugar: caminar de un lado a otro, adivinando el camino que lleva a la parte más alta de cada formación.

Algunos senderos no se alcanzan a ver a simple vista.
Cima tras cima conquistada, y la cámara fotográfica no para de disparar. No resultan suficientes las imágenes tomadas, quizá porque ninguna le hace honor a la majestuosidad del lugar.

Conforme las horas transcurren, el calor y la humedad se intensifican, no queda más que hacer una última escala antes de reandar a la ciudad: con alguno de los dos señores que venden cocos a la salida o en un diminuto local para beber la cerveza más popular, una Belikin, y descubrir que en su etiqueta se honra al principal templo del lugar. Altún Ha se mantiene a la vista de todos permanentemente.