Cuenca, España.
Cuenca es una joya que no supera los 50 mil habitantes, a la que se le ha sacado poco brillo, opacada por ciudades como Toledo o Sevilla.
En lo alto de un cerro rocoso, flanqueada por el Río Júcar y el Río Huécar, fue construida esta pequeña urbe, reconocida hoy internacionalmente por sus casas colgantes y la Catedral de Santa María, uno de los ejemplos más tempranos del estilo gótico en la región, construida en el Siglo 13.
Vivir esta ciudad equivale a internarse en un juego de 'serpientes y escaleras', por la estructura que tiene su caso histórico: subidas, bajadas, escalinatas, recovecos, pasadizos, curvas y calles disparejas. Entras a un callejón, sales a una plaza. Entras a un callejón, te topas con pared.
Declarada Patrimonio Histórico y de la Humanidad por la UNESCO en 1996, la zona céntrica destila quietud por las mañanas y bullicio a la hora de la comida. Por la noche, son los más jóvenes quienes procuran callejear o echarse sus tragos en las tabernas.
Cuenca es la capital de la provincia homónima del municipio que pertenece a la comunidad autónoma Castilla-La Mancha. Le llaman también 'Cuenca, Flor de Senderos', debido a la importancia que ha adquirido para quienes practican senderismo, o trekking, deporte muy popular en toda la región.
Es común ver a los paseantes con sus mochilas gigantes, acampar u hospedarse en algunos de los pintorescos hoteles o posadas locales. Sus rutas a pie entretejen caminatas hacia otras ciudades, valles y montañas.
Cuando llueve, llueve en serio: cae un diluvio por un par de horas, luego se limpia el cielo; si sale el sol, pega y brilla hasta encandilar. Después de la tormenta es increíble lo silenciosa que puede ser.
Y bien vale voltear hacia arriba, hacia abajo y a todos lados, a mitad del Puente de San Pablo, donde está la mejor vista de la ciudad: las casas colgantes, el convento de San Pablo, el Río Huécar, el Castillo y el Mirador del Rey. Brillan, rozagantes, entre pinos y piedras, entre sigilo y costumbres.
Cuenca es una joya que no supera los 50 mil habitantes, a la que se le ha sacado poco brillo, opacada por ciudades como Toledo o Sevilla.
En lo alto de un cerro rocoso, flanqueada por el Río Júcar y el Río Huécar, fue construida esta pequeña urbe, reconocida hoy internacionalmente por sus casas colgantes y la Catedral de Santa María, uno de los ejemplos más tempranos del estilo gótico en la región, construida en el Siglo 13.
Vivir esta ciudad equivale a internarse en un juego de 'serpientes y escaleras', por la estructura que tiene su caso histórico: subidas, bajadas, escalinatas, recovecos, pasadizos, curvas y calles disparejas. Entras a un callejón, sales a una plaza. Entras a un callejón, te topas con pared.
Declarada Patrimonio Histórico y de la Humanidad por la UNESCO en 1996, la zona céntrica destila quietud por las mañanas y bullicio a la hora de la comida. Por la noche, son los más jóvenes quienes procuran callejear o echarse sus tragos en las tabernas.
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Cuenca es la capital de la provincia homónima del municipio que pertenece a la comunidad autónoma Castilla-La Mancha. Le llaman también 'Cuenca, Flor de Senderos', debido a la importancia que ha adquirido para quienes practican senderismo, o trekking, deporte muy popular en toda la región.
Es común ver a los paseantes con sus mochilas gigantes, acampar u hospedarse en algunos de los pintorescos hoteles o posadas locales. Sus rutas a pie entretejen caminatas hacia otras ciudades, valles y montañas.
Cuando llueve, llueve en serio: cae un diluvio por un par de horas, luego se limpia el cielo; si sale el sol, pega y brilla hasta encandilar. Después de la tormenta es increíble lo silenciosa que puede ser.
Y bien vale voltear hacia arriba, hacia abajo y a todos lados, a mitad del Puente de San Pablo, donde está la mejor vista de la ciudad: las casas colgantes, el convento de San Pablo, el Río Huécar, el Castillo y el Mirador del Rey. Brillan, rozagantes, entre pinos y piedras, entre sigilo y costumbres.
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