Sonaguera, Honduras
Los inmensos surcos de cítricos infinitos que se imponen en sus laderas y llanuras hacen orgullosa esta tierra que desde los setenta es considerada la cuna de este cultivo en el país. Es Sonaguera, esa ciudad con orígenes coloniales que inició como un caserío hace unos tres siglos.
La historia local la vincula con la época colonial que se gestó en Trujillo, allá por el año de 1525. Los más acertados narradores han coincidido que su nombre no es más que una apología a las luchas que se dieron en su territorio entre esclavos y colonizadores españoles, convirtiéndola en una zona de guerra; nombre que se fue acomodando de generación en generación hasta calzar en el que hoy se conoce: Sonaguera.
Sus típicas casas de adobe y tejas de barro cocido que marcaron su influencia colonial han desaparecido con el paso del tiempo, ahora los modernos elementos de la arquitectura han invadido las pocas edificaciones antiguas que han quedado.
Aún así, en algunas de sus calles se puede respirar aires del pasado; el trazado de algunas de ellas recuerdan el apogeo del tren, esa época gloriosa en la que el tren movía su economía.
La naranja, hablar de esta fruta sin referirse a Sonaguera es imposible. La mayoría de sus tierras han sido consagradas a este cultivo desde hace más de cuatro décadas y con ello nacería su título de la Capital de la Citricultura en Honduras.
Son unas 10,000 hectáreas. En las fincas se puede encontrar variedad de naranja, siendo la valencia la más popular. La citricultura ha permitido a esta ciudad la instalación de fábricas y la conformación de microempresas dedicadas a procesar esa fruta.
Disfrutar de un jugo del vivo extracto es una experiencia que se ofrece en sus calles céntricas. Chuparse una naranja es otro deleite que se observa en las comunidades más rurales.
Este municipio lleno de gente laboriosa y con sentimientos de hospitalidad ha dado a la sociedad sacerdotes, artistas, futbolistas y también mujeres bellas. Su devoción por la Virgen de los Remedios es una de las atracciones religiosas que comparten con la citricultura, títulos especiales en la región. Esta Capital de la fe Mariana tiene el primer santuario a esta veneración en el litoral atlántico.
