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Desde el presidio progreseño se ordenó asesinato de jueza

  • 01 agosto 2013 /

Un testigo protegido identificó a Bayron Martínez Lambur como el individuo que asesinó a Mireya Mendoza.

    No hubo dudas. El testigo protegido reconoció ayer al cien por ciento a Bayron Argenis Martínez Lambur (23), alias el Vaquero, detenido el sábado anterior, como la persona que disparó en varias ocasiones contra Mireya Mendoza (43), coordinadora de los Tribunales de Sentencia en El Progreso, Yoro. “Él es, él mató a la jueza”, aseguró ayer el testigo en el reconocimiento en rueda.

    La seguridad del testigo en el reconocimiento en rueda que realizó la Fiscalía fue contundente y es un elemento de prueba que hoy será parte de todas las evidencias que se evacuarán en la audiencia inicial que comenzará a las 10:00 am en los juzgados sampedranos, donde el juez con jurisdicción nacional determinará si a Martínez Lambur se le dicta auto de prisión, sobreseimiento provisional o definitivo.

    Las investigaciones están avanzadas y las autoridades buscan descartar o confirmar una teoría en el caso: que el objetivo de los asesinos era otra jueza.

    “Se analiza la información que recaban los equipos de investigación de que supuestamente el objetivo era otra jueza, pero aún no tenemos fortaleza en esa teoría. Estamos recolectando toda la información posible para que se tenga certeza de los móviles”, dijo una fuente del Ministerio Público.

    ¿Quién dio la orden?

    Poco a poco, el caso se va desenredando y todo apunta a que la orden de asesinar a la jueza salió del centro penal de El Progreso, Yoro.

    “Las investigaciones son claras. La orden salió del penal de El Progreso. Se tienen pistas concretas que nos llevarán a esclarecer el caso”, dijo un integrante del equipo de investigación asignado al caso.

    Ayer, los equipos inspeccionaron varios puntos de El Progreso, entre ellos la oficina de Mendoza en el Juzgado de Sentencia, en busca de datos o información que pudiera aportar elementos claves.

    Mientras los equipos de investigadores trabajaban ayer en esa ciudad en busca de más evidencias, a las 9:00 am, en el Centro Integrado de San Pedro Sula, el juez nacional con las partes involucradas en el caso realizaban el reconocimiento en rueda para identificar plenamente quién era la persona que el miércoles disparó contra la jueza.

    El resultado de dicho medio de prueba señala a Lambur como uno de los autores materiales en el hecho.

    “Todas las acciones están encaminadas a identificar al autor intelectual y al sujeto que conducía la motocicleta. El reconocimiento en rueda nos ha permitido confirmar la participación del detenido y otros datos que servirán para reforzar la tesis acusatoria. No podemos dar datos concretos en este momento porque afectarían las investigaciones”, dijo una fuente de la Fiscalía.

    Vacío en la familia

    El dolor es tangible. En los juzgados ronda la tristeza. La muerte de la jueza deja una huella y el temor sale a flote. Pese a la tragedia que marca la vida de los jueces, escribientes y personal de los juzgados, el recuerdo de Mireya Mendoza está presente.

    “El lunes, cuando volvimos a la oficina, fue difícil. Hasta una compañera está incapacitada porque no soportó sentir el vacío de Mireya. Pero tenemos que seguir adelante. El legado que ella dejó no va a morir. Tenemos que continuarlo, debemos seguir adelante porque no va a quedar en vano su esfuerzo”, dijo Osmán Saavedra, secretario del Tribunal de Sentencia que acompañó a la jueza durante siete años.

    Sus compañeros pasaron con ella sus últimas horas de vida. El miércoles, la jueza llegó a las 8:00 am, entró en la oficina con alegría, llevando el vaso de café que era indispensable para ella y se fue directamente a su oficina, comentaron sus compañeros.

    “Siempre entraba con su café en las mañanas. Nunca le faltaba. Era de todos los días. Trabajó en su oficina. Ese día lo pasó tranquila. Hablamos del trabajo, revisó expedientes y se fue al mediodía a almorzar y ya no regresó.

    Era una amiga. Nos aconsejaba. Fue una buena jefa. Es lamentable la manera como le quitaron la vida, pero si en el país no se puede hacer justicia, Dios sí la hará”, dijo Sharon Padilla, secretaria del Tribunal.

    “Quería ser magistrada”

    Las lágrimas caen por el rostro de los jueces que trabajaron con Mireya Mendoza desde que fungió como fiscal y jueza en El Progreso. Los recuerdos afloran en sus mentes, sobre todo por la alegría, honestidad y transparencia que, aseguran, la caracterizaron.

    “Fue una mujer de logros. Tenía la esperanza de que se hiciera justicia, era imparcial y creía en la formación que la Corte Suprema de Justicia le había dado como jueza de Sentencia de carrera.

    Se estaba preparando porque quería ser magistrada, pero también sentía temor. Me dijo que no había protección ni seguridad. Me dijo ‘Marlen, bien nos acribillan, bien nos matan y no pasa nada. Ya no vale la pena ser juez porque o usted me lleva flores o yo le llevo flores a usted al cementerio’. Hasta se me eriza la piel cuando la recuerdo”, dijo Marlen Delgado, coordinadora del Juzgado de la Niñez.

    “Nunca pedía favores”

    Cuatro de sus ocho hermanos se reunieron para compartir con LA PRENSA detalles de Mireya Mendoza, la jueza, la madre, la hermana y sobre todo el ser humano que siempre buscó ser justa al impartir justicia.

    “Si algo no olvidamos de ella es su sonrisa, jovialidad, don de gentes y carisma. Era un gran ser humano, de mucha disciplina y honradez. Deja un legado en todo Honduras.

    Siempre actuó con mucho profesionalismo. Vivió por su vocación, se dedicó a su profesión. Su trabajo era privado. Como familia nunca nos dijo nada”, relató uno de sus hermanos.

    Los hermanos y su hija revivían cada detalle de la jueza, sus sueños, planes y proyectos. “Ella no le pedía favores a nadie, a policías ni a nadie, no lo acostumbraba porque decía que así nadie podría pedirle favores a ella. Quisiera acordarme de todo por el legado de honestidad que nos deja”, dijo Miriam Mendoza.


    Planeaba irse

    La vida le cambió a la jueza de Sentencia desde hace un año, cuando el amor tocó de nuevo su corazón y se casó. La familia comenta que la togada vivía la mejor etapa de su vida, estaba feliz y planeaba incluso pedir una licencia para irse a Estados Unidos, donde radica su esposo.

    “Recuerdo que el lunes, dos días antes de que la mataran, en la noche, mientras revisaba expedientes, me dijo ‘ya no quiero estar allí’, me dijo que sentía la carga de todo el trabajo que se acumulaba en el Tribunal.

    Ella tenía pensado irse adonde el esposo. Iba a pedir una licencia por seis meses y, si le iba bien, pensaba quedarse. Ella estaba feliz. Mireya vivía la mejor etapa de su vida. Recuerdo que ese día, cuando analizaba lo que se vive en el país, me dijo ‘¿en qué momento perdimos a Honduras, por qué pasa esto en el país?’, sin saber que dos días después a ella la asesinaban”, dijo una hermana.

    Dolor

    En silencio, la familia llora la partida del ser que imprimió la alegría, el que les hizo creer en la justicia, en luchar para salir adelante y afrontar la vida sin miedo. No piden nada, todo lo dejan en manos de Dios.

    “Dios conoce sus propósitos y esta prueba es dura para todos. Estamos tratando de asimilarlo. No es nada fácil, pero con la fortaleza que ella tenía vamos tomando fuerzas para aceptar las cosas. No pedimos nada. Dios hace su justicia y ahora solo nos queda sacar adelante a su hija, el mayor tesoro que ella tenía”, dijo una sobrina de la jueza.

    La jueza soñaba con sacar a su hija adelante. Se preparaba para celebrarle los 15 años en septiembre.

    Era un amor único, aseguran sus hermanos, el que se guardaban madre e hija. Pese a la dura prueba que la menor ha afrontado, con mucha madurez asegura que no va a defraudar a su madre y luchará para que en el cielo se sienta orgullosa de ella.

    “Ella me motivó para que al graduarme de bachiller estudie para ser doctora. Quería que me especializara en cirugía plástica y lo voy a lograr. Me queda demostrarle que, incluso sin ella, sus sueños no mueren”.

    Jueces progreseños le exigen seguridad a la CSJ

    Los jueces de las salas en esta ciudad se reunieron ayer para analizar las medidas que tomarán ante la falta de garantías de seguridad en el ejercicio de sus funciones.

    La falta de respuestas a las peticiones de protección que desde el asesinato de Mireya Mendoza, coordinadora del Tribunal de Sentencia, se han dirigido al presidente de la Corte Suprema de Justicia los obliga a buscar mecanismos para garantizar sus vidas. “Estamos expuestos.

    Las instalaciones no garantizan la seguridad y por la falta de una sala especial de juicios nos toca hacer las audiencias en las oficinas, exponiendo nuestras vidas. No queremos que la muerte de Mireya Mendoza quede en vano, pero se deben tomar medidas de seguridad”, dijo uno de los jueces.

    Los togados de El Progreso darán a conocer hoy un pronunciamiento pidiendo seguridad.