18/04/2024
08:32 PM

Mujer que fue quemada con sus dos hijos pidió justicia antes de morir

Dolores, Copán, Honduras.

Llegó sigilosamente entre las sombras de la noche a la casa de la mujer que lo había rechazado cansada de sus constantes maltratos, para cumplir la amenaza de causarle daño donde más le doliera.

Vilma Esperanza García dormía con sus hijos Scarlet, de seis años, y Walter, de cuatro, dentro de un cuarto de adobes, cuando ocurrió la tragedia provocada por su enamorado Dagoberto Raudales. Nunca en la aldea de San Antonio en el municipio de Dolores, Copán, se había dado el caso de que un hombre despechado le prendiera fuego a su mujer sin importarle que estuviera acompañada de sus criaturas.

Pequeños
La niña estaba en primer grado y el niño en el kínder.
El hombre empezó a cortejar a la muchacha de 22 años poco después que esta se separara del padre de sus dos hijos. Ella le correspondió, pero luego decidió romper con aquella relación porque mucho la maltrataba. Por más que él la llamaba al celular, ella no le contestaba, mucho menos lo admitía en el cuarto de adobes desnudos que le había construido su padrastro.

El cuarto y una cocina a medio construir son como un anexo de la casa de concreto en la cual dormían esa noche otros miembros de la familia, entre ellos, dos niños más. Contiguo a la habitación adonde ocurrió la tragedia, descansaban el padrastro Juanín Cruz y su compañera María de Jesús Benítez, madre de la infortunada.

Foto: La Prensa

Tras cometer el hecho, Dagoberto se fue para La Entrada, Copán, adonde fue capturado por la Policía.
Juanín fue el primero que se levantó al escuchar los gritos de auxilio de Vilma Esperanza, pasadas las doce de la noche de ese 11 de mayo. Se había acostado a las once después de ver televisión, pero no se había podido dormir como si presintiera que afuera rondaba la muerte. Un muchacho que dormía en la sala de la casa de concreto, vio la sombra de un hombre en el solar de la casa cuando fue a la pila a tomarse una pastilla. Así se lo comentó a Juanín, pero este no le puso mucha atención.

Era Dagoberto Raudales quien había llegado cargando una caja y un costal a la aldea, dijo después un vecino que lo encontró en la calle, sin imaginar que “iba a cometer la trastada”.

Foto: La Prensa



“A matarte vengo”, le gritó desde afuera de su casa a su exmujer, el hombre quien había llegado desde La Entrada, Copán, donde se ha dedicado a reparar computadoras.

Ella se despertó sin imaginar el peligro que acechaba, creyendo que no iba a pasar nada porque muchas veces la había amenazado, según comentó la hoy occisa cuando estaba hospitalizada.

Es posible que él ya traía el galón de gasolina que derramó por debajo de la puerta y a través de las rendijas de las ventanas de madera. Por allí mismo seguramente metió la llama que provocó la conflagración, para luego trancar por fuera la única puerta para que no salieran sus víctimas.

Foto: La Prensa



Fue necesario que Juanín le pegara tres patadas a la puerta de playwood para que se abriera y que salieran, en medio de las llamas, la muchacha y sus hijos, pero desafortunadamente ya estaban marcados por la muerte. En la habitación quedó la estructura chamuscada de la cama donde dormían las tres personas y afuera, el recipiente de plástico usado para el combustible.

Cuando aún estaba consciente en el Hospital de Occidente, Vilma reveló a su madre el nombre del hechor y le pidió que se hiciera justicia. También le suplicó que cuidara de sus hijos, pues tenía miedo que algo les hiciera. Poco después los tres murieron en el Hospital Escuela de Tegucigalpa.

Foto: La Prensa