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Escritora estadounidense pidió que lanzaran sus cenizas al mar

  • 07 julio 2015 /

Santa Rosa de Copán, Honduras.

Para quienes la conocían y acompañaban a diario, la muerte de Sara J. Laing (78), no es un misterio, ya que, aparentemente, la escritora estadounidense había tomado la decisión de quitarse la vida hacía varios meses.

La mañana del lunes, Adalberto Vargas llegó a la vivienda de Sara en la aldea Inchuma, a las 8:00 am, tal como lo tenía acostumbraba desde hace ocho años, tiempo que tenía trabajando con la dama de origen estadounidense. “Llegué a la casa y no la vi por ningún lado, le hablaba y nadie respondía, solo escuché maullar la gata que tenía doña Sara”, contó Vargas, al describir la mañana en que encontró el cadáver de su jefa.

Recordó que al entrar a la casa quedó sorprendido al encontrar decenas de notas que Sara había dejado en cada lugar de la vivienda, en las que giraba instrucciones sobre dónde encontrar su cuerpo, dónde quería que sepultaran a la gatita y cómo ordenar sus libros, entre otras notas.

“Leí los papeles que ella escribió en español, y cuando me asomé por la ventana del carro y vi que estaba muerta, sentí un gran pesar, pero recordé que ella había anunciado su muerte”, lamentó.

El cuerpo de la escritora estadounidense fue hallado en el asiento del conductor de su carro, tenía puesto el cinturón de seguridad y atada con cinta adhesiva una manguera que conectaba la ventana del lado derecho con el escape del carro.

El reporte preliminar policial establece que Sara Laing falleció por intoxicación con monóxido de carbono, aparentemente por voluntad de la ahora difunta.

En sus notas, según Vargas, Sara había asegurado que junto con ella moriría “Nita”, la gata que era su única acompañante, sin embargo el animal logró salir del vehículo antes de ser alcanzada por el letal gas.

Foto: La Prensa

Su cuerpo fue encontrado la mañana del lunes en el interior de su camioneta aparcada en su residencia.
Quería morir

Adalberto Vargas aseguró que la tristeza y depresión de la señora era notoria y que generalmente hablaba de su pronta muerte. “Recuerdo que hace como tres semanas dijo que si la visitaba su amigo Micke, no era bueno que muriera”, relató. Según su trabajador, quien ahora es el encargado de cuidar la vivienda junto con un policía y un soldado que custodian la escena del crimen, luego que el amigo de Sara partió hacia San Pedro Sula, la mujer decidió que había llegado el momento de morir.

“El amigo de ella se fue el miércoles y bien recuerdo que ella me dijo que los presidentes de Estados Unidos habían muerto un día antes o un día después de la celebración del 4 de julio, entonces fue cuando ella me dijo: ese será un buen día para morir”, relató. Quienes leyeron las notas con las instrucciones que la mujer dejó escritas, aseguran que la estadounidense quería que luego de su deceso, sus restos fueran cremados y que las cenizas deben ser entregadas a un hombre llamado Steven Smith, para que él lleve sus cenizas al mar.

Sara Laing era una escritora estadounidense procedente de Winsconsin, quienes la conocieron la describieron como una mujer que amaba Honduras y que deseaba ayudar a los desposeídos.

Foto: La Prensa

Sus allegados relataron que la dama sufría una depresión que la habría llevado a planificar su muerte.