15/04/2024
06:19 PM

Perdió a su madre y halló el camino a Dios

  • 06 julio 2015 /

'No fui parrandero, ni algo parecido, solamente era callejero', confiesa Arnold David Casaca.

Santa Cruz de Yojoa, Honduras.

El pavimento mojado por una tormenta que había caído la noche anterior le hizo una mala pasada al conductor de la camioneta en que viajaba Verónica Ivone Ávila, quien murió al volcar el vehículo en la carretera hacia Santa Cruz de Yojoa.

Cuatro años después de aquel accidente, su hijo Arnold David Casaca recuerda que a raíz de su muerte tomó la decisión de buscar el camino del sacerdocio porque lo hizo reflexionar sobre las enseñanzas cristianas que ella le daba.

Cuando sucedió el percance, Arnold era un joven inquieto y 'callejero' a quien poco interesaban las cosas de la Iglesia pese a que su madre pertenecía al Grupo de Oración del Movimiento Camino en el que se dedicaba a predicar.

Precisamente esa madrugada cuando la camioneta se salió del pavimento, los ocupantes de la misma se dirigían a un retiro espiritual que tendría lugar en Santa Cruz de Yojoa.

Foto: La Prensa

Arnold David Casaca junto al padre Matías y su madre Verónica Ivonne Avila.

Había salido a las cuatro de la madrugada de la colonia Satélite, dejando dormido a Arnold. Una rama que apareció de repente al repuntar el día en una recta obligó al conductor de la camioneta a hacer un giro brusco que se convirtió en un vuelco fatal. Ella resultó muerta y heridos los otros cuatro ocupantes, entre los cuales estaba su compañero Gilberto Casaca. Como pudo, don Gilberto la sacó del carro tratando de arrebatársela a la muerte, pero solo alcanzó a decir “estoy bien” y murió.

Después de la tragedia, Arnold tuvo sentimientos encontrados, en cuanto a si debía abrazar o no la vocación sacerdotal, hasta que resurgió con fuerza el sentimiento de buscar el camino religioso inspirado en las enseñanzas de su madre. Aquella mujer entregada a los oficios de la casa fue su amor desde pequeño. En cuanto se levantaba preguntaba por ella y si no la encontraba en la casa, iba a l vecindario a buscarla. Sin embargo, en su adolescencia hubo un distanciamiento sin sentido con ella, pero le pidió perdón pocos días antes de que muriera. Ese amor fue el que al final lo motivó a dejar sus amoríos, su andanzas y hasta los estudios de Ingeniería en la universidad pública, para vestir la sotana de seminarista.

Comenzó en el Seminario Menor Santiago Apóstol de San Pedro Sula y ahora está en el Seminario Diosesano Nuestra Señora, de Antoquia, Colombia, gracias a al apoyo brindado por sacerdotes amigos de la parroquia de la colonia Tara.

Foto: La Prensa

Monseñor Ángel Garachana lo visitó en el seminario de Marinilla, Colombia.

“Terminé barriendo y lavando baños en la parroquia con tal de que me dejaran ir a al seminario”, confesó el muchacho durante una estadía vacacional en San Pedro Sula. De aquel monasterio solamente sale a misiones pastorales a un sanatorio siquiátrico o asistir a personas afectadas por la lucha entre el Ejército y la guerrilla. “Yo nunca había visto a un hombre enjaulado, no por maldad ni por negligencia, sino porque tenía trastornos mentales”, dijo.

Relató también el caso de una mujer desamparada que encontró frente a su casa a un hombre herido. Ella lo auxilió y curó sin saber que aquel extraño era un guerrillero que había matado a su esposo, a un hijo y a una hija que ella tenía por desaparecida.

La misión del seminarista apenas comienza, pero ya tiene firme la convicción de que va por el camino correcto.