17/04/2024
10:31 PM

Honduras: La muerte tomó el timón y se llevó a cinco

  • 01 julio 2015 /

Un camioncito de helados surgió como fantasma y se llevó la vida de cinco personas.

Santa Bárbara, Honduras.

En la aldea El Temblor, del municipio de Trinidad, Santa Bárbara, no habían visto una tragedia como la que sucedió el pasado sábado por la noche. El camioncito de helados surgió como fantasma de las sombras y se llevó de encuentro a las personas que daban la última platicada para irse a acostar, sin imaginar que estaban por irse a un descanso eterno.

Cinco personas perecieron, entre ellas el conductor del carro repartidor que fue a quedar volcado dentro de una cuneta de concreto tras dejar su estela de sangre.

Esa noche estrellada hubo culto cristiano en una casa de la parte alta de la comunidad con la asistencia de más de cien vecinos. Al salir, todos fueron buscando sus viviendas diseminadas a lo largo y ancho de la comunidad dividida por la carretera pavimentada que baja del vecino municipio de San Luis.

En la aldea recuerdan a Héctor como un hombre amigable y conversador.

Por una pendiente de esa vía bajó el carro de los helados con una velocidad de rayo por una supuesta falla en los frenos, provocando la muerte de tres de los fieles que se quedaron platicando frente a una pulpería con un viejo amigo procedente de Puerto Cortés, quien también pereció.

El visitante era Héctor Rolando Miranda, quien ese día había llegado con su familia en su carro a pasar el fin de semana con parientes y amigos, ya que era originario de El Temblor o La Angostura.

Fue primero a dejar a un amigo a un barrio más abajo de donde sucedió el percance y cuando regresaba estacionó el turismo frente a la pulpería para conversar con los creyentes que no habían llegado a sus casas.

Dos de los integrantes del grupo se salvaron de la embestida porque, cuando estaba en lo mejor la tertulia al aire libre, fueron a la pulpería por unos dulces para repartirlos entre todos. En el momento en que los estaba despachando la dueña del pequeño negocio se produjo el estruendo que estremeció al vecindario.

El carro repartidor de helados se llevó a Miranda con todo y su turismo arrastrándolo unos cinco metros para ir a quedar volcado al final de la enorme cuneta por donde corren las aguas lluvias de la carretera. Allí quedó muerto también don Eduardo Paz, un anciano que vivía solo en un asentamiento humano cercano, así como Julio Hernández y su compañera de hogar, Carminda Arriaga, a quien acompañaba su nieta Claudia Merani, de cinco años.

La niña no murió porque el carro descontrolado no la agarró de lleno, sino que se la llevó con el aire producido por la velocidad que traía, dijo su tío Manuel Antonio Campos. Sin embargo, está luchando con la muerte en la sala de emergencia del hospital Mario Rivas, de San Pedro Sula, debido a los múltiples golpes en la cabeza y las heridas en todo el cuerpo al caer en la cuneta de cemento.

Campos iba pasando por casualidad por el lugar en el momento en que venía el vehículo que parecía manejado por la muerte. Al verlo venir tomó a la niña de un brazo para apartarla del peligro, pero se la arrebató una fuerza extraña que por poco se lo lleva a él también.

Vecinos de la aldea comentan que antes de la tragedia vieron pasar el carro de carrocería cerrada pasar con una velocidad que espantaba. “Será que el conductor tiene miedo que lo asalten”, comentó uno de los pobladores a otro.

A los pocos minutos escucharon como si se hubiese caído un edificio de diez pisos y luego los gritos de los vecinos que llegaron primero y se encontraron el cuadro aterrador. Solamente la niña estaba viva, pero desmayada.

Poco a poco se fueron congregando otros pobladores y comenzaron a rescatar los cuerpos.

Foto: La Prensa

La cuneta dónde ocurrió el accidente se convirtió en una sepultura abiera.

Sepelio

Todos los fallecidos fueron sepultados en el cementerio de La Unión, otra de las aldeas de Trinidad, incluso el de Héctor Rolando Miranda porque, aunque vivía en Puerto Cortés, amaba a su tierra y había pedido que lo enterraran junto a sus padres.

De El Temblor es también originaria su esposa Doris, con quien procreó a cuatro hijos, entre ellos la pequeña Katherin Nicole, que aún no ha cumplido dos años. La niña sigue preguntando por qué su papá no regresa a casa.

En Puerto Cortés logró superarse al grado de llegar a ocupar el cargo de ejecutivo de una empresa panameña dedicada a dar protección, facilidades y seguridad a los barcos que atracan en los muelles de la Portuaria. Antes había desempeñado diferentes trabajos duros, como el de albañil.

Era un hombre jovial y hogareño que no salía a pasear sin su familia. Ese día llegó a El Temblor a saludar a sus amigos y ver una cuadrangular de fútbol que se jugaría el domingo, pero fue suspendida a raíz de la tragedia.

Culto

Desde la pulpería frente a la carretera, doña Danelia Zaldívar también vio el desastre mientras despachaba a los amigos que llegaron a comprar los dulces para la tertulia improvisada.

Ella y su compañero Miguel ángel Mancía acaban de llegar de la iglesia Cuadrangular. El hombre se fue directo a la cama, pero se levantó asustado ante el estruendo para encontrarse con el cuadro sangriento. La que sería una noche de reposo se convirtió en una velada de angustia para todo la comunidad. Nadie durmió.

Don Miguel ángel se había acostado reflexionando sobre el mensaje que dio el pastor esa noche bajo un manteado de yute en el corredor de una vivienda que funciona como capilla de la aldea.

El pastor dijo que cuando el cuerpo muere, la vida continúa en el más allá porque está en el espíritu, comentó al referirse al tema abordado en el culto. Era como si el evangelista hubiese presentido lo que iba a suceder y estuviera enviando un mensaje a los que perderían la vida terrenal en una de las noches más tristes que ha tenido esta comunidad.