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'No vengo a molestar a la gente honrada, sino a fastidiar a los delincuentes'

  • 05 mayo 2015 /

El jefe policial de Victoria, Yoro, José Eliseo Bueso, fue sorprendido por delincuentes que le cegaron la vida mientras conducía su vehículo.

Victoria, Yoro

Siempre tomaba sus precauciones, sin embargo, ese día cuando salió de la Municipalidad para dirigirse a la delegación, el jefe policial de Victoria, Yoro, José Eliseo Bueso, manejaba su camioneta confiado; por eso lo mataron.

Al dar la vuela en una esquina, un sujeto que salió de la nada se agarró del carro y, parado sobre los estribos de abordaje, le hizo varios disparos directamente a la cabeza a través de la ventanilla.

Herido, el policía aceleró la camioneta y se fue a estrellar contra un inmueble de concreto contiguo al kínder donde hacía poco tiempo estuvo matriculado su hijo menor.

Mientras el uniformado expiraba, el criminal se subía en una motocicleta que mantenía encendida un compinche suyo para darse a la fuga.

“Era tigre, pero ese día se le durmió el pájaro”, comentó su subalterno Ángel Antonio Vilchez, quien fue incondicional suyo en diferentes delegaciones donde fue asignado.

Era imposible que el clase uno, Bueso, se defendiera de su agresor porque, aparte de que lo tomó por sorpresa, tenía el brazo derecho lisiado a causa de un asalto que sufrió en El Progreso hace unos años.

Esa vez estaba esperando abordar un bus que lo transportaría a Casamata, donde estaba asignado, cuando quisieron asaltarlo unos sujetos que no sabían que era policía porque estaba de civil.

Él repelió el ataque, pero también resultó con su brazo fracturado a causa de los disparos que le hicieron los delincuentes, por lo cual fue asistido en una clínica de la ribereña ciudad. Desde entonces quedó con su brazo prácticamente inmóvil, por eso manejaba solo con su mano izquierda, por lo general a vuelta de rueda.

Foto: La Prensa

Así quedó el vehículo en el que se conducía el jefe policial de Victoria, Yoro.
Lamentable

Vilchez atribuye la causa del crimen a que Bueso llegó a Victoria para poner orden. “Mi clase murió por aplicar la ley”. Era la tercera vez que era asignado a este lugar, del cual estaba enamorado, como lo estaba de su profesión. Se dedicó más a la Policía que a su familia, expresó Vilchez.

En recompensa a la cosecha que logró en sus gestiones anteriores, todo mundo lo quería. Los ganaderos del sector fueron quienes pidieron a la jefatura de la Policía a nivel nacional que lo nombraran nuevamente.

Bueso solía decir: “No vengo a molestar a la gente honrada y trabajadora, sino a fastidiar a los delincuentes”, comentó el juez de paz, Luis Oviedo.

“Bueso era un hombre comprometido con su deber. Para él, primero estaba su trabajo y después los compromisos particulares”.

Recordó que cierta vez que andaban juntos en misión en una aldea, le avisaron que habían matado en El Progreso a un primo hermano suyo, quien también era policía. Oviedo le sugirió que abortaran la misión para que se fuera a atender lo de su familiar.

Sin embargo, el delgado se negó aduciendo que su primo ya estaba muerto y no se podía hacer nada. Hasta que terminaron el trabajo, el uniformado con toda tranquilidad emprendió el viaje a El Progreso.

Ese día de su muerte, Bueso había estado con el alcalde Sandro Martínez tratando el asunto del edificio policial que estaban por comenzar a construir para sustituir a la antigua delegación que está en deplorables condiciones.

Incluso, las paredes del cuarto donde el jefe policial dormía se habían comenzado a resquebrajar.

Después de tomarse un refresco en un puesto de venta de baleadas frente a la Municipalidad, tomó su carro y se fue con dirección a la delegación, sin percatarse que los delincuentes andaban detrás de sus pasos.

La noche de ese jueves 23 de abril, la Policía detuvo en la aldea El Zapote a los hermanos Natanael David Castillo, Darwin Miguel Figueroa Castillo y Edwin Josué Figueroa Castillo.

Al momento de la captura se les decomisó una subametralladora Uzi calibre 9 milímetros y una motocicleta Bronco 250 que supuestamente utilizaron para huir del lugar después de ultimar al clase I de la Policía.

También se les encontró un revólver calibre 3.57. Según testigos protegidos, Darwin Miguel fue quien disparó a Bueso. En la esquina, Natanael lo esperaba en la moto en la que huyeron.

Ese día, Bueso había acordado con su esposa, Blanca Janeth García, hacerle llegar el pasaje al hijo de ambos que estudia en el Instituto Tecnológico Policial de La Paz con el fin de que viajara a Victoria a pasar el fin de semana con ellos.

No esperaban que el muchacho estaría ese mismo día en la comunidad ante la inesperada muerte de su padre. “Era su ejemplo, siempre quiso seguir su pasos”, afirmó la esposa del policía al referirse a su hijo Eliseo.
El muchacho la secundó diciendo que lo que más admiraba era su integridad, su valentía y su amor por las causas justas.

“Quería ser como él y verme tigrillo como mi papá. Hoy más que nunca estoy dispuesto a lograrlo”.