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Agente faltó a clases de Derecho para ir a enfrentar la muerte

  • 25 julio 2014 /

Hoy en Sonaguera, Colón, serán sepultados sus restos en el Cementerio General, en medio del dolor de su familia y compañeros.

San Pedro Sula, Honduras.

Los compañeros de la Unidad de Maras y Pandillas de la Dirección Nacional de Investigación Criminal (DNIC) guardan los mejores recuerdos de Elmer Olvir Castillo Martínez (34), el agente que murió en el cumplimiento de su deber el pasado jueves.

Desde que fue asignado a la Unidad, el agente entregó su corazón para investigar el operar de las maras, sus contactos y los delitos que ejecutaban en contra de la ciudadanía.

Pese al riesgo que enfrentaban, no tuvo temor, siempre con apoyo de sus compañeros participó en cada misión que le asignaban. Si algo destacan del hoy fallecido sus compañeros, fue la nitidez en su trabajo, lo minucioso que era para tomar detalles en todas las investigaciones y la entrega que le ponía a cada asignación.

“Cuando empezó hace seis años como investigador me lo asignaron en la sección de Inspecciones Oculares. Era un muchacho con mucha voluntad, dedicado, entregado, y me gustaba que siempre estuviera en las escenas porque era muy detallista, minucioso y perfeccionista” recuerda Liliam Ortega, una de sus jefas en la DNIC.

Pero Elmer no imaginó que el trabajo que tanto le apasionaba lo llevaría a la muerte. Cumpliendo su deber, su vida se apagó, pese a los esfuerzos por salvarlo, las heridas mortales acabaron con el agente ejemplar, el hombre que hace apenas unos días había sido felicitado por sus superiores, por el buen trabajo que realizaba en la zona.

Hoy todos lloran su partida y se unen para darle el último adiós en sus honras fúnebres, donde será condecorado y recibirá el ascenso póstumo al grado de clase I.

Tenía que ir a la universidad

La tarde del jueves cuando se planificó la operación en la colonia Sandoval Sorto, Elmer dudaba en sumarse al equipo que haría las tareas de ubicación del grupo de pandilleros en dicha colonia, no por falta de voluntad, sino porque no quería faltar a sus clases de Derecho en la Universidad Autónoma en el Valle de Sula.

“No quería ir a la misión, pero cuando vio el movimiento de todos los compañeros de la unidad que nos preparábamos con los chalecos y armas para ir a la zona a ubicar a este grupo de mareros, él se motivó y al final decidió ir”, explicó uno de sus compañeros.

Pero al ingresar a la colonia ninguno de los agentes esperaba el ataque. Fueron recibidos con una lluvia de balazos, Elmer iba en el asiento delantero de uno de los carros, no tuvo tiempo de reaccionar cuando las balas lo herían mortalmente.

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“No dijo nada, las balas penetraron su cuerpo. Solo se dobló en el asiento y quedó a mi lado. Me llené de impotencia y con mayor coraje respondimos el fuego. Era un hermano, un amigo, el que era víctima de los delincuentes que perseguíamos y ante eso solo quedaba defender el honor de nuestro compañero”, aseguró el agente.

Desesperados buscaron auxiliarlo, salvarle la vida, pero no fue posible. La noticia de su muerte impactó en el grupo de diez agentes que hacía pocos minutos reían, planeaban el trabajo y ahora quedaban sumidos en el dolor.

Para ellos su lucha no termina, al contrario, se refugian en la memoria del agente, del amigo que siempre fue de apoyo, de bromas y entregas en las largas jornadas de trabajo que compartían todos los días.

“Si algo valoramos de Elmer es que fue un tipazo con toda la palabra, evitaba tener problemas y era conciliador. Jamás podemos decir que tuvimos malentendidos o disgustos. Él fue un ejemplo, un hombre que buscó superarse y salir adelante”, dijo un compañero.

Queda un vacío en la pequeña sala que ocupa la Unidad de Maras y Pandillas, la ausencia de Elmer les cala, pero también es el ingrediente que impulsa ahora la labor de trabajo. Los compañeros buscan apoyar a los padres, a la esposa y los hijos que quedan sin el hombre bueno que buscaba lo mejor para su familia.

“Siempre que estaba libre se iba a su amado Colón, muchas veces sacrificó sus fines libres por el amor a su carrera. Tenía vocación, amaba lo que hacía y jamás pensó que moriría haciendo su trabajo. Hoy nos duele su partida, era un elemento de esos que se extrañan porque para él su trabajo era lo primero.

Solo nos queda despedirlo con honores, con el respeto que se ganó a lo largo de estos ocho años de servicio”, expresó un agente de la Unidad de Maras y Pandillas.