Por nada del mundo don Virgilio Urrutia sale de San Pedro Sula en Semana Santa, ya que tiene un compromiso con el Señor y su iglesia: cargar en andas a la Piadosa durante el Santo Entierro.
Ocho
miembros integran la cofradía del Santo Entierro en San Pedro Sula. Cuando don Virgilio Urrutia se incorporó a la hermandad, decidió que todos vistieran una túnica morada.
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La primera vez que él cargó La Piadosa estaba parado frente al parque viendo pasar el Santo Entierro cuando alguien lo llamó para que prestara sus hombros a la venerada imagen.
Cuando ella sea mayor espera cargar a la Dolorosa, otra de las vírgenes.
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Desde niño estuvo ligado a las actividades de la iglesia católica gracias a la formación religiosa que le dieron sus padres. Su madre, Norma Molina de Urrutia, fue presidenta de la asociación de exalumnas del colegio María Auxiliadora, en cuya iglesia Virgilio fue bautizado a la edad de siete años.
Sus padres no le echaron el agua tras nacer por esperar a los padrinos escogidos, quienes vivían en Tegucigalpa.
Al final fueron unos vecinos los padrinos, pero él considera que aquellos de Tegucigalpa también eran sus segundos padres.
Por su afinidad con la iglesia, desde niño participaba en los oficios religiosos ayudando al padre Antonio Coll con los objetos litúrgicos de la misa.
Como buen católico, don Virgilio acude todos los días a la nueva capilla de oración al Santísimo en la colonia Tara en la que permanece rezando durante media hora.
Su compromiso como Caballero del Santo Entierro incluye además la tarea de lavar y aplanchar las túnicas, aunque este año lo está auxiliando la señora Ana de Kattán, quien llevó las prendas a una lavandería. En la decoración de las imágenes también le ayuda Mirna Antúnez.
Considera que cargar es una devoción que aquí se cumple sin ningún costo económico.
Una hermana suya que vive en Tampa, Estados Unidos, le ha suplicado que vaya a pasar con ella el feriado de Semana Santa, pero él rechaza amablemente la invitación aduciendo que no puede dejar de cumplirle a la virgen que tuvo en sus brazos el cuerpo inerte de Jesús.