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Seis tataranietos tiene mujer hondureña de 103 años

  • 08 febrero 2019 /

Nunca tomó licores fuertes. De vez en cuando toma una cerveza con las comidas. Come de todo, pero trata de evitar las grasas

    San Pedro Sula, Honduras

    Se puso su mejor bata y colgó un collar de perlas de fantasía en el cuello para recibirnos en la antesala de la casa en donde vive con una de sus hijas, pero no se untó ni una pizca de maquillaje. Mercedes Castro solamente sacó brillo a su cabellera de escasas hebras plateadas.

    No le gusta
    permanecer mucho tiempo de visita en una casa porque “el sombrerito nuevo solo debe estar tres días en la estaca”.

    No usó carmín, ni cuando hacía derroche de juventud en los bailes del antiguo campo de San Juan, cerca de Tocoa, Colón, en donde creció.

    Con la cédula en la mano dice con voz firme que nació en Ilanga, Trujillo, en 1916, pero que su juventud la vivió en varios de los desaparecidos campos bananeros de la Standard Fruit Company.

    Su padre le daba permiso para que asistiera a los bailes, siempre y cuando fuera a pedirle permiso un respetado vecino de la comunidad, quien hacía el papel de chaperón de todas las muchachas casaderas de ese lugar. Eran bailes amenizados con música de marimba, acordeón y guitarra que se realizaban en fechas especiales.

    Su padre era un productor independiente que le vendía fruta a la compañía. “Tenía mucho dinero, pero era muy agarrado, por eso no fui a la escuela, pero nos enseñó a trabajar”, dice la mujer, quien el próximo mes de abril cumple 103 años y todavía ayuda en los quehaceres caseros.

    Mientras va rescatando los recuerdos de su memoria, muestra de vez en cuando sus dientes escasos, pero fuertes todavía. “No son postizos, son los originales”, afirma para despejar nuestras dudas.

    Se va a la cama a las siete de la noche, después que el vigilante de la colonia El Roble pasa saludándola con un: ‘buenas noches abuela’, pero a las cuatro de la mañana ya está en pie, buscando qué hacer.

    Ella ama a su familia como a la plantas.

    La artritis ha comenzado a hacer nudos con sus dedos, pero ello no le impide tomar la escoba o la sierra con la que suele podar sus plantas, confirma su hija Raquel, quien está a su lado.

    Sus hijos le han comprado bastón y andador para ayudar a sus gastadas rodillas, mas ella los desprecia con el argumento de que no quiere causar lástima.

    Aunque con dificultad, camina bien. Le cuesta más a su hija Raquel subir a la segunda planta de la casa que a ella, según el relato.

    Doña Mercedes procreó ocho hijos con el único hombre de su vida, quien murió hace 31 años. La mente solo le falla cuando le preguntan cuántos nietos y bisnietos tiene porque son muchos. “Lo que le aseguro es que son seis tataranietos y que los quiero igual porque son las últimas gotitas de mi sangre”.