19/04/2024
12:11 AM

Después de los huracanes Eta y Iota comen una vez al día

FAO y PMA advierten que la crisis del hambre, dejada por el covid-19 y los huracanes, se recrudecerá en los próximos dos meses, y más en el valle de Sula.

San Pedro Sula, Honduras

Las inundaciones causadas por los huracanes de noviembre pasado no solo provocaron daños en carreteras, muros de contención e infraestructura gris, sino que acabaron con miles de empleos y, consecuentemente, sumergieron en la extrema pobreza a hondureños que, en este momento por no recibir un socorro económico, comen tan solo una vez al día en el valle de Sula.

En comunidades rurales de La Lima, Cortés, adonde cruzó la reina Letizia de España en diciembre de 2020, después de las inundaciones de Eta y Iota, miles de hondureños siguen sobreviviendo gracias a las donaciones de alimentos de organizaciones no gubernamentales, como Visión Mundial, debido a que carecen de poder adquisitivo.

“Cuando él (Jorge Munguía) logra conseguir algo comemos dos tiempos o cuando nos traen donaciones. Aquí solo comemos arroz y frijoles”, dijo Dania Calderón, esposa de Munguía, cuando lavaba las ollas y los platos en una covacha construida a menos de 500 metros del río Chamelecón.

Calderon (de 17 años), quien siempre ha vivido en condiciones de pobreza, cree que, desde que su compañero de hogar (21 años) perdió el trabajo en la finca bananera, “es más difícil para vivir por no haber dinero”.

Desde el año pasado hay personas sin empleos y las empresas siguen destruidas porque no hay bordos reparados

Jairo Jesús Torres, vigilante de unas ruinas

Los habitantes de las áreas rurales de La Lima (unos siete mil de una población de más de 82,000 de todo el municipio), como Calderón y Munguía, han dependido históricamente de la economía generada por las plantaciones de banano. Este año, más que nunca, se sienten en aprietos porque las fincas resultaron afectadas por las inundaciones causadas por las lluvias que trajeron esos dos huracanes.

“La gente que perdió los trabajos está comiendo aunque sea una vez al día por las provisiones que nos dan esas organizaciones y el alcalde Santiago Motiño”, dijo Jairo Jesús Torres (de 44), el único que conserva la plaza laboral en una pequeña empacadora (de productos cárnicos y frijoles) derribada por las inundaciones.

Torres trabaja vigilando las ruinas de la empresa Inversiones Aranza, en la colonia San José, de La Lima, y sus compañeros, alrededor de 40, se encuentran suspendidos laboralmente porque los dueños de la empacadora no han logrado reconstruir el edificio y adquirir el equipo y la logística devastada por las aguas desbordadas del río Chamelecón.

“En todas estas comunidades, las personas tienen problemas económicos. Los dueños de esta empresa, por ejemplo, tienen miedo de invertir porque otra inundación les volverá a destruir todo. Estamos viendo que el Gobierno no ha reparado todos los muros y no ha ayudado a empresas como esta a recuperarse para que las personas vuelvan a trabajar y poder comer tres veces al día”, dijo Torres, padre de tres hijos.

Hambruna

Aunque ninguna entidad estatal se ha pronunciado sobre la situación que viven estas víctimas económicas de los huracanes, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) estiman que Honduras está en el grupo de países (entre ellos, República Democrática del Congo, Etiopía, Haití, Nigeria, Sudán, Sudán del Sur, Yemen, Zimbabwe y otros) con una situación “preocupante debido a la escala, gravedad y tendencias de las crisis alimentarias existentes que en algunas de sus áreas geográficas están experimentando hambre con un agotamiento extremo de los medios de subsistencia”.

En el informe Hunger Hotspots (Lugares críticos respecto al hambre), recién publicado, el PMA y FAO prevén que el escenario del hambre “empeore entre abril y junio de 2021” y esperan “que alrededor de 3.1 millones de personas enfrenten una alta inseguridad alimentaria aguda, incluidas casi 570,000 en emergencia”.

El valle de Sula, que anteriormente generaba alrededor de dos tercios del producto interno bruto (PIB), ha sido una de las regiones más afectadas, advierten en el informe. El impacto de los huracanes dañó aún más una frágil economía ya debilitada por los efectos secundarios de la pandemia.

ania Calderón y Jorge Munguía, habitantes de la ribera del río Ulúa en el área rural de La Lima, Cortés, comen una vez al día por no contar con un empleo formal que les genere un salario y capacidad para comprar alimentos, más que arroz y los frijoles.

El hambre es una realidad

Leónidas Elvir, agricultor y comerciante del caserío El Roble, en Baracoa, Puerto Cortés, confirma que los pronósticos de esas organizaciones internacionales “no están alejadas de la realidad”. “Aquí no hay producción, no hay empleo y la gente no tiene dinero para comprar alimentos, sigue dependiendo de la ayuda humanitaria”, dijo.

“Nosotros antes cultivábamos plátanos… por las inundaciones nos pasamos a la palma. Ahora no tenemos palma porque las últimas inundaciones nos destruyeron 1,500 manzanas en el sector de El Pantano, donde hay 16 comunidades.

Cada manzana cuesta L300,000. La gente no puede comprar ni bananos porque también, debido a la destrucción de las plantaciones en otras partes, el precio ha subido. Yo antes compraba para revender en la Central de Abastos cada banano a L1.25, ahorita cuesta entre L2.50 y L3.00”, explicó.

Antes de las inundaciones, Elvir era dueño de dos manzanas cultivadas de palma aceitera y empleaba hasta 15 personas en diferentes labores agrícolas. Cinco meses después solo tiene dos trabajadores. Los otros trece permanecen en la comunidad esperando todos los días que lleguen camiones con alimentos de organizaciones no gubernamentales.

Este año, presionados por el hambre y una inminente inundación en la nueva temporada de huracanes, cinco familias de El Roble cambiaron de domicilio. Se marcharon a vivir a Colón. Otros habitantes se lanzaron a la aventura del sueño americano, al igual que lo han hecho miles de personas de las áreas afectadas de San Pedro Sula.

Para Elvir y todos los propietarios de las plantaciones de palma aceitera destruidas “es imposible obtener un préstamo en los bancos por no haber bordos reparados. Son zonas de alto riesgo y nadie quiere perder el dinero”.

“El Gobierno ha hecho reparaciones, pero no están bien hechas. Después de 20 años, no han aprendido a hacer taludes. Esos bordos están mal construidos. Son de azúcar o sal. En El Progreso hicieron unas reparaciones y a los pocos días se abrieron con unas cuentas lluvias que cayeron”, criticó. “Estamos muy preocupados porque después de varios meses, el Gobierno solo es palabras, mapas y GPS y no actúa”.

En las comunidades rurales del valle de Sula, los huracanes Eta y Iota destruyeron cientos de fuentes de empleo.

Poder Ejecutivo debe mostrar plan, presupuesto y capacidad

Motivada por la serie Alto al abandono del valle de Sula, publicada por Diario LA PRENSA, Patricia Murillo, diputada por Cortés, exhorta al Congreso Nacional a interpelar al Poder Ejecutivo sobre los proyectos que desarrolla en esta región para evitar una nueva crisis humanitaria por desastres naturales.

“La escalofriante situación de la desprotección de la zona más productiva del país, el valle de Sula, reflejada por los medios de comunicación comprometidos con la verdad, denota el mortal tétano de la negligencia institucionalizada en los últimos gobiernos, la falta de planificación profesional en la construcción de eficientes obras de protección y el no avance real en la consecución de las represas de El Tablón, Jicatuyo y Los Llanitos que vendrían a manejar mejor los recursos hídricos del valle y visualizar nuevos ejes de producción de energía hidroeléctrica”, plantea Murillo en una manifestación introducida en el Congreso.

Murillo le pide al Poder Ejecutivo que muestre “la planificación con sus presupuestos, cronograma y ejecutores, de las obras de protección del valle de Sula (canales de alivio de los ríos Ulúa y Chamelecón y represas)” y exhiba la capacidad institucional y económica para ejecutarlos.