24/04/2024
07:05 PM

Más de 30,000 personas en el valle de Sula viven entre aguas negras

Habitantes de colonias situadas entre La Lima y San Pedro Sula viven en forma precaria.

San Pedro Sula, Honduras.

Más de 30,000 personas radicadas en colonias ubicadas entre San Pedro Sula y La Lima defecan en bolsas de plástico (desde hace cinco meses) y viven entre calles inundadas de aguas negras debido a que las autoridades las dejaron a la deriva luego de que resultaran afectadas por los huracanes Eta y Iota.

En la populosa colonia Planeta de La Lima, El Chorizo, Céleo González y Casas Nuevas de San Pedro Sula, los residentes consideran que viven un infierno de inmundicia y humillación (nunca antes experimentado, ni después del devastador huracán Mitch, 1998) y no ven una solución pronta; las autoridades gubernamentales y municipales ni siquiera se han acercado a preguntar las causas por las cuales brotan las aguas negras en las calles y dentro de las viviendas.

Los habitantes de estas colonias le dijeron a Diario LA PRENSA que ninguna autoridad estatal o municipal ha llegado a presentarles una solución a un problema que supera los cinco meses, desde que Eta y Iota azotaron al país y causaron daños en el sistema de aguas negras. Foto: Yoseph Amaya
En noviembre, los habitantes de estas comunidades salieron huyendo de sus casas con el agua al cuello y perdieron todos sus muebles y electrodomésticos. Una gran parte tuvo que vivir en la calle un mes y otra porción se vio en la necesidad de buscar refugio en otros lugares hasta que la inundación se convirtió en un charco.

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Hoy, cinco meses después, por tener tuberías de aguas negras colapsadas, congestionadas de sedimento que dejaron las inundaciones, estos habitantes no solo tienen incomodidades para satisfacer sus necesidades fisiológicas, sino que deben sufrir una degradación moral porque deben caminar varias cuadras con las bolsas de excremento en las manos hasta llegar a un depósito de desechos.

Los vecinos siguen batallando con las secuelas de las inundaciones. Foto: Yoseph Amaya
“Aquí estamos haciendo las necesidades en bolsas. Ponemos una bolsa negra en el servicio sanitario y en ella defecamos. Después la sacamos, amarramos y en la noche la vamos a botar. Gracias a Dios que pasa el camión que recoge la basura”, explicó Jenny Euceda (38 años) habitante de El Chorizo, una pequeña colonia situada entre la Planeta y la Céleo González.

Euceda y una parte de los habitantes de estas colonias tampoco pueden bañarse o lavar la ropa, pues el agua no fluye por las tuberías. Si se atreven a hacerlo, después de unos minutos, la tienen de regreso dentro de sus casas. Otros vecinos, que no tienen este problema, realizan la evacuación normal en el inodoro, pero inundan las calles y las convierten en ríos de suciedad en detrimento de otras personas.

Los habitantes de estas colonias le dijeron a Diario LA PRENSA que ninguna autoridad estatal o municipal ha llegado a presentarles una solución a un problema que supera los cinco meses, desde que Eta y Iota azotaron al país y causaron daños en el sistema de aguas negras. Foto: Yoseph Amaya
Para Euceda, “este es un gran problema que viene a sumarse a los otros problemas normales” de su hogar. Ella, desde hace ocho años, no trabaja y se dedica a cuidar a su hijo Jesús (de 18 años) quien, por haber nacido con daño cerebral, permanece en estado vegetativo en la cama.

“Tenemos que estar peleando con las aguas negras todos los días y también con los problemas normales. Nosotros estamos mal económicamente porque mi esposo Jesús perdió el trabajo en la fábrica debido a la pandemia. Mi hijo siempre necesita pañales desechables, toallitas húmedas”, dijo, mientras colocaba una bolsa negra en el inodoro y relataba que, además, le toca “ir a lavar la ropa a otra colonia, a la San Cristóbal, por este mismo problema de aguas negras.

Recuento y gastos

Según el informe Evaluación de Daños y Pérdidas Huracanes Eta y Iota, cuya evaluación técnica estuvo dirigida por miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), esos dos fenómenos causaron por lo menos L322 millones en daños a los sistemas de agua potable y alcantarillado sanitario en 14 departamentos. En Cortés superaron los L165 millones, equivalente al 51%.

De acuerdo con esa misma evaluación, el Gobierno recibió para atender la emergencia derivada de las inundaciones (hasta el primero de diciembre de 2020), L171,372,253 de ayuda del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), China, El Salvador, España, Taiwán y la Unión Europea.

La mayoría de calles están inundadas de agua con materia fecal. Foto: Yoseph Amaya

Al mismo tiempo, el Gobierno, por medio de la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco), de acuerdo con ese informe, erogó en la emergencia L103,139,962 para rescatar personas de zonas inundadas y sufragar las necesidades de 96,649 albergados. De esa suma, compró L31,430,199 (30%) en raciones alimenticias, L13,883,950 (13%) en láminas para techos, kit de cocina, 12,558,000 (12%) y efectuó otros gastos.

Arnold Bermúdez (50 años), quien tiene tres décadas de vivir en la Planeta, piensa que el Gobierno “en vez de dar una bolsita solidaria, hubiera resuelto el problema de aguas negras porque esto le asegura la salud a las personas”.

Celeo
Jenny Euceda (38 años) habitante de El Chorizo, batalla todos los días con las aguas negras para evitar que ingresen a su casa donde vive con su hijo Jesús, un joven de 18 años que, por haber nacido con un daño cerebral, permanece en cama en estado vegetativo. Foto: Yoseph Amaya
“Estamos a la mano de Dios. No tenemos ayuda de nadie. Los kit a algunos se los han dado y a otros no. A mí ya me lo dieron. Debido a que este problema es demasiado grande, el Gobierno debe solucionarlo . Al alcalde de La Lima, Motiño, no le podemos exigir porque también él resultó afectado. Esto solo se resuelve con maquinaria grande”, dijo Bermúdez cuando, por medio de una bomba, evacuaba las aguas negras de su pasaje donde “hay unas 22 casas”.

Unas semanas antes, dijo Bermúdez, por no contar con equipo, tenía que retirar el agua pestilente manualmente: con cubetas, pero hoy realiza esa actividad con una bomba que compró una vecina. “Las autoridades parece que no quieren saber de nosotros. Nosotros tenemos la culpa porque no les hemos metido presión. Esto que estoy haciendo es sacando el agua de las casas, pero de nada sirve porque afecta a la población. El agua no se va por el alcantarillado... sale después a la calle”, dijo.

Cerca de Bermúdez, Denia Velásquez (de 27 años) resignada y sin dar muestras de asco, sacaba con un balde las aguas negras de una cuneta “para evitar que se meta a la casa”.
“Nosotros vivimos a la orilla del pasaje. Tenemos que sacar el agua porque las cajas están llenas. Si no lo hacemos, el agua regresa a la casa. Gracias a Dios que no nos enfermamos. Tenemos que estar haciendo esto todos los días y quien no puede, porque anda trabajando, tiene que pagarle a alguien el día para que lo haga”, explicó.

Mientras la mayoría de las calles de estas comunidades permanecen anegadas de aguas con materia fecal, los vecinos temen que en cualquier momento, “si hay lluvias fuertes”, ocurra una nueva inundación. Ellos observan que hasta ahora la Comisión para el Control de Inundaciones del Valle de Sula (CCIVS) no ha logrado tapar los boquetes abiertos en los muros de contención y no ha dragado los ríos, es decir, no ha retirado el sedimento que las aguas arrastraron y que redujeron la profundidad del cauce.

Zonas afectadas
Los residentes de las zonas afectadas aún viven en medio de agua contaminada. Foto: Yoseph Amaya
Lesli Molina, habitante de la Céleo González, está segura que ella y “muchas personas han regresado a vivir a estas colonias, aún con estos problemas de aguas negras y con la amenaza de nuevas inundaciones, por no tener capacidad económica para pagar un alquiler en otra zona de la ciudad”.

“Entre diciembre del año pasado y enero de este año, yo estuve viviendo en un apartamento en la Fesitranh (salida a Puerto Cortés). Regresé aquí, pues la vida allá es más cara, allá pagaba L4,500 de alquiler”, dijo Molina, madre de cuatro niños.

Con la idea de que sus hijos no se enfermen de dengue, zika o chikunguña, ella se levanta a las 5:00 am para retirar las aguas negras, con larvas de mosquitos, que todas las noches invaden su casa.

“Las autoridades deben resolver este problema que no lo ha podido solucionar el patronato ni nadie más. Vivimos aquí porque no tenemos a dónde ir y no nos queda más que hacer”, dijo.

En estas colonias, frente a las calles inundadas de aguas que emanan olores nauseabundos, cientos de casas permanecen vacías desde que sus dueños en noviembre de 2020 escaparon a tiempo de la inundación o salieron en lancha gracias a los rescatistas.

Quienes tienen la posibilidad de pagar un alquiler en otra zona de San Pedro Sula piensan regresar hasta que el Gobierno repare el sistema de alcantarillado sanitario y la CCIVS repare todos los bordos rotos por las corrientes de agua el año anterior.