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La familia

  • 29 agosto 2015 /

La raíz de la descomposición social habrá que buscarla en la carencia de hogar pleno.

    San Pedro Sula, Honduras

    Durante este mes, a punto de concluir, la reflexión sobre la familia ha estado presente muy sabiamente en grupos y comunidades religiosas cuyos miembros no solo comprenden el valor de los esposos y los hijos con destino compartido, sino la fortaleza de una sociedad con hogares sólidos, legalmente constituidos y en una gran mayoría de los casos con la bendición religiosa. La raíz de la descomposición social habrá que buscarla en la carencia de hogar pleno o en su ruptura dejando a las nuevas generaciones a merced de ambiciones, deslices y vicios de los adultos.

    “Tener un lugar a donde ir se llama hogar. Tener personas a quienes amar se llama familia y tener ambas se llama bendición”, es una frase atribuida al papa Francisco en la que se resalta el sentido y la dimensión de la comunidad doméstica que debiera tener atención prioritaria en la sociedad, pues es en la familia donde va creciendo, física, psíquica, intelectual y religiosamente la persona, quien encuentra la primera escuela, la primera iglesia y los primeros amigos en el hogar.

    Los diplomas recibidos en los diversos niveles de educación, así como los títulos de graduación certifican el paso por los centros educativos y con algún nivel garantiza la capacidad de los individuos. Sin embargo, para formar una familia y para compartir la vida con otra persona no hay capacitación, se deja al instinto, a la inclinación o a la conjugación de intereses; por ello la familia se va haciendo en el camino, que será mucho más fácil de recorrer si la procedencia de los esposos es de hogares sólidos.

    Habrá situaciones difíciles y momentos claves en los que la precipitación es la mejor aliada de los errores en el matrimonio, con los hijos, por ello el papa Francisco señala que “para llevar adelante una familia es necesario usar tres palabras. Quiero repetirlo, tres palabras: permiso, gracias y perdón. Tres palabras claves”.

    No es necesario pasar por las aulas universitarias para ello, pero sí vivir una sintonía profunda que se expresa en la belleza de estar juntos y en la alegría de compartir no solo cosas, sino momentos y vida en todas sus manifestaciones, entre ellas la presencia de Dios: “Todas las familias, tienen necesidad de Dios: todas, ¡todas! Necesidad de su ayuda, de su fuerza, de su bendición, de su misericordia, de su perdón. Y se requiere sencillez. ¡Para rezar en familia se requiere sencillez!”.

    El desafío en cada familia es diferente, pero en todas ellas hay uno común que es el motor: los hijos, para cuya educación desgraciadamente no se estudia, pero el amor de padre y madre extraen de su corazón la rica experiencia de su propia vida. La mejoría en la sociedad pasa por la protección de la familia, de los hogares.